Disfagia es dificultad para tragar. Es un síntoma relativamente frecuente en pediatría, muchas veces de forma transitoria, por ejemplo, si un niño se traga una moneda y se queda en el esófago o una infección de la faringe o laringe que dificulte el paso de alimentos.
En otros casos, es una dificultad más prolongada, como en el caso de los prematuros o los niños que sufren parálisis cerebral.
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¿Por qué se produce la disfagia?: Las causas de disfagia son muy variadas, pues cualquier alteración en alguna de las estructuras implicadas en las fases anteriores (músculos, nervios, órganos…) puede hacer que aparezca disfagia.
En bebés y niños pequeños son más frecuentes las causas neurológicas y las malformaciones mientras que en los niños más mayores (entre 8 y 18 años) la disfagia es debida a problemas en el aparato digestivo.
Los síntomas de disfagia son variados y no siempre fácilmente identificables, especialmente en los más pequeños.
Los niños más mayores pueden verbalizar que les cuesta tragar o que notan que los alimentos o líquidos se les quedan pegados a la garganta.
Podemos notar que los bebés o niños con disfagia comen despacio, necesitan tragar varias veces y/o se atraganta y tosen con frecuencia durante la alimentación.
También es típico que saliven o babeen mucho, que arqueen mientras comen, que vomiten o regurgiten o incluso que salga el alimento por la nariz. Otras veces sólo apreciamos irritabilidad durante la alimentación o disfonía.
Por otro lado, estos bebés y niños comen más despacio, probablemente menos cantidad y además vomitan y regurgitan por lo que presentarán desnutrición y una pobre ganancia o incluso pérdida de peso.