La violencia es un mal que pareciera arraigado, abrazado a nuestra historia, desde épocas prehispánicas las guerras entre los pueblos de la Mesoamérica eran épicas y terminaban con el sacrificio humano de los vencidos; esas guerras llevaron a que los Españoles vencieran a los pueblos originarios y que los sometieran bajo el yugo de la violencia física, espiritual e intelectual.
El siglo XIX trajo consigo guerras, separaciones y polarizaciones, la independencia, la reforma, invasiones de Estados Unidos y Francia fueron el signo de casi cien años de lucha que concluyeron con el porfirismo que trajo consigo una paz violenta sustentada en el sometimiento moral, económico e intelectual de la mayoría de los mexicanos, una paz a base del uso de la fuerza desmedida del Estado a la gran mayoría.
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Y llegó la Revolución con más de 10 años llenos de golpes de estado, facciones, guerrillas y muchos, muchos muertos, hasta su culminación, que a fuerza de golpes y homicidios juntó a unos y otros en pos de hacerse del poder por medio de una hegemonía política; durante más de 80 años ha continuado la violencia primero por el estado para afirmar su poder de grupo y después por el crimen organizado, que se intenta arrebatarle a los ciudadanos el poder y asentar sus reales en todos los ámbitos del quehacer social.
Tantas guerras y abuso del poder político dieron origen a más violencia, violencia que se impuso en la ignorancia, en la pobreza, en la falta de oportunidades, en la corrupción y que generó un caldo de cultivo para llenar de jóvenes la filas del crimen, para hacer que campesinos cambiaran sus cultivos que no redituaban por otros que les dieron dinero fácil pero los secuestro física y moralmente.
Así pues, pareciéramos una sociedad violenta y dispuesta a conseguir lo que queremos sin importar que a cambio tengamos que secuestrar, matar, robar, mentir, pareciera que estamos perdidos entre la violencia y la podredumbre.
Pero hace unos días la a agresión a golpes a un menor de edad en San Luis Potosí, el homicidio a plena luz del día y en la calle de una mujer en Guanajuato y la desaparición y muerte de cinco jóvenes de Jalisco, nos dio un pequeño atisbo de que no todo esta perdido de que no todo se ido por el caño, la indignación que han causado en la opinión pública nos dan esperanza, fe de que aun podemos cambiar y que ese mote del México bronco es solo eso un mal recuerdo de una época que esta por irse y que no podemos hacer que regrese.
CONCLUYENDO.
- No he querido poner cifras, números los hemos visto todos y ver los números ha hecho que solo pensemos en cifras y perdamos de vista que detrás de cada persona muerta, explotada, desparecida, mutilada, secuestrada hay hombres, mujeres, niños, familias separadas, personas que sufren.
- Pensar que el Estado es únicamente el responsable de frenar la violencia es el primer error de una sociedad; si bien es cierto el gobierno debe garantizar la convivencia social y la correcta aplicación del derecho, la sociedad es responsable de no corromper, de no buscar el camino fácil.
- Pero sobre todo de no callar, porque el silencio es la peor de las violencias y el peor de los delitos.
- Solo Gobierno y sociedad unidos haciendo lo que nos toca podemos combatir la violencia, el crimen, el abuso.
- Dos siglos de violencia nos deben hacer reflexionar, para no caer en la tentación de traer a los mismos, a esos que sin importar nada cedieron por el poder y el dinero, esos no quieren terminar de irse y nos hacen dudar y no es el momento de tener dudas.