Se recomienda asistir a terapia sexual cuando la persona de manera individual, uno de los miembros de la pareja o ambos detectan que sus relaciones sexuales son insatisfactorias por alguna disfunción concreta o bien porque, en general, siente o sienten disconformidad o malestar.
Siempre que la vivencia o expresión de la sexualidad nos impidan, por cualquier motivo, disfrutarla libremente y de forma saludable. Ahora, la terapia sexual no hay que entenderla únicamente como reparadora, sino también como una herramienta que es capaz de poner en valor la sexualidad, el placer, las emociones, la comunicación… e incluso nuestra autoestima o habilidades sociales más adecuadas. O también una palanca con la que empezar cambios mucho más profundos.
La falta de información y, sobre todo, de educación sexual dificultan la búsqueda de ayuda cuando surgen problemas con la sexualidad y también provocan unas actitudes negativas y una vivencia sexual más culpabilizadora que facilita la aparición de problemas sexuales.
Muchos individuos ni siquiera conocen la figura del terapeuta sexual e incluso tienen una visión distorsionada de lo que es un sexólogo o un terapeuta sexual, en qué trabaja y, sobre todo, cómo lo hace. Debemos entender que en torno a todas las terapias existen mitos y prejuicios que dificultan el acceso; más todavía en Sexología, pues trabajamos con temas privados, problemas vergonzosos que nos cuesta nombrar en voz alta, aunque sea frente a una profesional. Para muchísima gente es complicado hablar de forma sincera y abierta de su sexualidad, y empeora si además existen dificultades o problemas.
Las mujeres suelen pedir ayuda antes, aunque muchas veces después les cuesta más implicarse en el proceso terapéutico. En cambio, cuando un hombre aparece en consulta tiene claro que quiere solucionar su problema y se compromete mucho más. También es importante que los dos miembros se involucren, independientemente de quién de los dos tenga el síntoma o disfunción. De hecho, para mí es síntoma de buen pronóstico que los dos vengan a la primera sesión.
Para la codirectora del Instituto de Sexología de Barcelona, las parejas que asisten a terapia sexual “a veces ya han intentado múltiples estrategias o han esperado demasiado tiempo y aparecen en la consulta como último recurso y con la expresión es nuestro último cartucho y, por tanto, las expectativas son demasiado altas. En otras ocasiones, creen que por el simple hecho de venir unas cuantas sesiones ya lograrán la solución. Cuando se dan cuenta de que han de ser ellos los responsables de su ‘curación’ y que la implicación incluye también cambios profundos en algunas conductas o ámbitos de su vida, no solo el sexual, pueden sentirse desencantados”.
En el inicio de la terapia sexual, el terapeuta debe detectar aquello que está causando la insatisfacción, valorar los síntomas y también explorar el nivel de comunicación sexual entre la pareja e indagar en los aspectos de la biografía sexual de cada miembro que puede estar incidiendo en la situación actual.
A partir de toda esta información, prosigue la experta, trazará un plan concreto que facilite las estrategias para que los síntomas desaparezcan o disminuyan, pero también para que cada uno conozca mejor sus deseos y gustos, sepa cómo comunicárselos al otro miembro y establezcan juntos unas necesidades propias, independientemente de lo que se marca socialmente. Por ejemplo, “priorizar la calidad en lugar de la cantidad de relaciones sexuales cuando parece que lo importante sea el número de ‘polvos’ y no la satisfacción o el placer que los dos miembros se facilitan mutuamente”.
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