Imagen urbana

En contadas ocasiones los arquitectos nos preocupamos por la imagen que nuestras obras manifiestan en el entorno, lo que expresan. Estamos tan solo entrenados a elaborar estudios de fachadas como si las obras fueran elementos aislados, planos y en medio de la nada. Nos aplicamos en las proporciones, las alturas, los colores, la masa y el vano, las sombras con su habilidad de manipular los espacios y el manejo a veces deshonesto de los materiales, eso sí, siempre con el propósito, única y exclusivamente, de la satisfacción del cliente y de nosotros mismos como arquitectos. El lugar físico y en la historia no lo involucramos en el proceso creativo.

La atinada fusión de los elementos constructivos con los naturales nos da como resultado una adecuada configuración de un mensaje en su entorno natural y urbano.  Dicho mensaje nos habla a la vez de sus habitantes, con sus costumbres; de sus habitantes con sus tradiciones; de sus habitantes con sus hábitos. Tenemos el compromiso de no romper esas líneas. Los arquitectos estamos obligados a la creación de obras que emitan mensajes a la sociedad de acuerdo a su tiempo, identidad y lugar. La arquitectura es comunicación. Esta sería nuestra aportación a la imagen de las ciudades. Cultura y arquitectura, dos conceptos inherentes. Una depende de la otra y viceversa.

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Considero que toda arquitectura debe nacer con una intención y basarse en un sentido de pertenencia con tres vertientes: pertenece a él o los usuarios con los requerimientos que se impongan; pertenece a un entorno natural y urbano del que no podemos escapar y pertenece a una época como gesto sincero y portador de un mensaje atemporal. Tres caras de la arquitectura que no deberíamos hacer a lado.

Desde luego, en toda Imagen Urbana es indispensable la participación constante de la sociedad en general. Todos y cada uno de nosotros somos responsables de la contaminación en todos sus perfiles: basura, ruido, olores, así como de todo aquello que pueda suponerse como contaminación visual. El bombardeo constante e invasivo de los anuncios espectaculares es un cáncer en el entorno urbano y que a las autoridades no les interesa regular.

Por otro lado, igual de importante, se tiene cada vez mas apretado el yugo del sector inmobiliario, haciendo a un lado la posibilidad a los arquitectos de explotar su potencial al máximo obligándose a acotarse en limites netamente financieros y que con su respuesta llegan a afectar al entorno de una manera indirecta y des intencionada. La reflexión debería ser de los desarrolladores, aunque suene como un “sueño guajiro”.

No basta la amabilidad de su gente, sus tradiciones, culturas o patrimonio inmaterial, también el buen tratamiento de los componentes en la imagen urbana, como son los colores, los materiales, las formas y texturas, los volúmenes, todos estos son elementos que nos platican del lugar, provocan la admiración de los visitantes y asombro de los locales, y porque no mencionarlo, puede ser el generador de arraigo en las futuras generaciones. La adecuada configuración de los elementos antes mencionados a la vez provoca con el tiempo, una exposición de la historia del lugar y de una manera permanente la manifestación involuntaria de la identidad de sus habitantes.

Me acabo de tropezar con una frase de la Arq. Belinda Tato que vale mucho la pena una reflexión: “El arquitecto debería ser sensible a las necesidades de la gente. Mi percepción es que los arquitectos hacen arquitectura para otros arquitectos, para publicarla. Es un diálogo entre arquitecto y arquitecto. Eso hay que romperlo y hacer un diálogo entre arquitecto y sociedad”. Entendiendo que al hablar de sociedad no solo nos referimos a los individuos que la forman, se habla también del entorno en el que habitan.