El 10 de abril de 1912, el Titanic, el barco más grande y lujoso jamás construido en el mundo, un gigantesco palacio flotante, zarpaba del puerto inglés de Southampton con 2.201 personas a bordo para su viaje inaugural.
Cuatro días después, la noche del 14 al 15 de abril, esa proeza tecnológica que se consideraba insumergible se hundía en las profundidades tras chocar contra un iceberg, dejando más de 1.500 muertos y alterando para siempre la confianza de numerosas personas en la tecnología moderna.
Más de un siglo después, París recuerda esa tragedia que aún resuena en la memoria colectiva con Titanic-The Exhibition, una exposición inmersiva en la Puerta de Versalles que se extiende a lo largo de más de 2.000 metros cuadrados y en la que, por primera vez, los visitantes pueden contemplar una réplica exacta de la gran (y suntuosa) escalera central del Titanic, así como reconstrucciones a tamaño real de los camarotes de primera, segunda y tercera clase.
La exposición de París también muestra más de 260 objetos de los 5.500 que en total se han recuperado del Titanic, desde peines hasta espejos, pasando por platos, monedas, cartas, partituras, prendas de ropa, maletas, un anillo de diamantes e incluso frascos de perfume originales. De hecho, una expedición logró en el año 2000 rescatar en los 3.800 metros de profundidad donde desde hace más de un siglo permanecen sumergidos los restos del Titanic las muestras de perfumes que el comerciante de fragancias Adolphe Saalfeld dejó en el barco, y que aún desprenden aromas a pachuli y rosas.
Esas muestras de fragancias se exponen ahora en París, junto con muchos otros objetos que fueron sacados del fondo del océano por Paul-Henri Nargeolet, el explorador que realizó 37 inmersiones a la zona del naufragio del Titanic.
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