Hoy en día todavía existen en nuestra sociedad muchos motivos morales y sociales que tratan como tabú lo relacionado con el tema del sexo, pero no siempre ha sido así.
De hecho en la Antigua Grecia el sexo se practicaba de manera libre y con concepciones muy distintas a las actuales acerca de la virginidad o la homosexualidad.
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A pesar de que en la actualidad sean tachados de inmorales y promiscuos, los griegos tenían un concepto del placer infinito, lo que les llevó a profundizar en el arte sexual y sus variantes.
En la civilización cretense la mujer contaba con una gran libertad, era frecuente su presencia en banquetes y representaciones de la época al mismo nivel que los hombres, y no como acompañante.
La sociedad minoica, por su parte, gozaba de la celebración de la invocación a la ‘madre tierra’, una fiesta que consistía en la retirada a un bosque de hombres y mujeres para sacrificar animales y ofrecérselos a los dioses junto con todo tipo de prácticas sexuales, incluidas grandes orgías, ya que todo lo relativo al sexo lo entendían como una necesidad natural, por lo que lo practicaban con total libertad.
En el siglo V y IV a. C. existían dos clases de prostitutas: la gran mayoría eran las que estaban en los burdeles, y se trataban de esclavas o extranjeras.
Pero también surge la figura de las hetairas, mujeres con gran preparación musical y cultural, además de bellas, un concepto cercano al de las geishas japonesas. No sólo satisfacían necesidades sexuales con quien ellas querían, sino que ofrecían compañía y tocaban instrumentos musicales.
Claramente, con ese ritmo de vida sexual nadie conservaba su virginidad intacta, de hecho era algo a lo que no daban importancia, ya que la virginidad era una característica únicamente digna de las diosas. Solo dos mujeres en la mitología griega gozaron del sexo de manera intensa y conservaron su pureza intacta: Hera y Afrodita.
Hera lograba restaurar su “virginidad” gracias a que año tras año iba a darse un baño a la fuente de canatos. Afrodita, por su parte, se sumergía en el mar de Pafos y de esta manera ambas recobraban su pureza como diosas.