Hábitos que agravan la ansiedad, sin que nos demos cuenta

  • Desde la alimentación hasta el sedentarismo y las redes sociales, existen factores cotidianos que empeoran este trastorno mental

La ansiedad ya está establecida como el mal de la época, al punto que llegamos a considerarla una variable sociocultural más que una enfermedad a tratar. La ansiedad que adjudicamos a causas puramente emocionales tiene, sin embargo, componentes de importancia por fuera de esa estrecha circunscripción conceptual.

Costumbres, hábitos y comportamientos rutinarios, que repetimos de manera continua, hacen que la ansiedad sea mucho peor y en algunos casos está basada, fundamentalmente, en ellos.
Buscamos efímero alivio en ansiolíticos y con ese escudo protector a veces no les prestamos atención o menospreciamos a una serie de factores y hábitos cotidianos, dado lo simple o básico de los mismos. Los factores se presentan por separado, pero se verá que interactúan y varios potencian entre si, sino todos ellos.

Factores que influyen

Consumo de alcohol: al consumo de ansiolíticos, hay que agregar otro con un patrón cultural desde hace siglos, como hemos comentado en otra nota, que es el alcohol. Dado el efecto sedativo creemos que es una posibilidad inocua, pero vimos cómo afecta el sueño y al ser un depresor del sistema nervioso central, incrementa a mediano plazo la ansiedad.

Escasa cantidad y calidad de sueño: relacionado con lo anterior. A veces, a la suma del ansiolítico se cree que el “escudo protector” al insomnio será algo de alcohol, sin embargo, sabemos que este desestructura la arquitectura de los ritmos del sueño.

Actividad física: la relación entre actividad física, ansiedad y depresión está formal y claramente establecida. A veces creemos que debemos sostener una rutina estructurada y clara, como ir al gimnasio o correr todos los días si no, no sirve; pero en realidad se trata de tomar conciencia de la necesidad de mover el cuerpo como sea. Evidentemente, si podemos hacer algo de cierta intensidad y/o calidad (yoga, calistenia, plan de ejercicios, correr, carga, entre otros) será mejor, pero tomar conciencia de que ese cuerpo necesita ser movido ya es algo.

Aire libre y sol: el estar en contacto con la naturaleza de la forma que sea, estar expuestos cierta cantidad de tiempo al sol, trabajar y “alimentarnos” con el aire, es algo que aprendimos vivencialmente en épocas de pandemia. No se necesitó ser un especialista para entender que luz solar, ritmos circadianos, melatonina, y vitamina D, entre otros, eran importantes y saber que el sol es vida y genera una serie de cambios físicos fundamentales.

La importancia de una buena alimentació

Se han puesto de moda diversas formas de ayuno, por la simple consulta por redes, pero alguien antes de comenzar ¿ha sido evaluado por un médico? En general, no. Y saltear comidas o ayunar no solo puede impactar de manera negativa en nuestro estado de ánimo, sino ser inclusive peligroso. Al mismo tiempo la calidad, cantidad de lo que comemos, las comidas muy procesadas o dietas con excesos de azúcares, harinas, entre otras, claramente impactan de forma negativa en nuestro estado psíquico. Estudios con grupos control de dieta equilibrada versus grupos con exceso de azúcares refinados por ejemplo, son concluyentes.

Por otro lado, las dietas parciales, demasiado ricas en harinas, o con alimentos procesados en general son carentes en uno o varios elementos que pueden ser de fundamental importancia. Uno muy simple y solo a modo de ejemplo, el hierro: su ausencia contribuye a estados de astenia, insomnio, y ansiedad. Lo mismo pasa con varios nutrientes y aminoácidos esenciales.

Otro factor en cuanto a la ingesta es la cantidad de agua, debido a nuestra composición física, cierto grado de deshidratación, así sea leve, cambia el medio interno, es decir los componentes de los diferentes fluidos de un organismo predominantemente líquido como el cuerpo humano. Otra cuestión es que agua significa eso, no cualquier líquido, así evidentemente intentar rehidratarse con cervezas o café no es lo mismo.

El papel de las redes sociales

Por último, pero no menos importante: Internet y nosotros. También sobre el uso de las redes sociales y el estado anímico, existe amplia evidencia científica, pero también empírica, es decir la que uno mismo puede experimentar.

Estar alerta a la última novedad de algo o alguien que seguimos, ya no sabemos porqué, o las comparaciones, van asociadas a un comportamiento que se confirma en algunos casos es adictivo y obviamente cursa con una fuerte ansiedad. Otra vez esto se relaciona con otro de los aspectos como el sueño, en nuestra incapacidad de establecer pausas, en particular previo a las horas en que esperamos dormir.