Si un politólogo Iberoamericano despistado aterrizará hoy en el aeropuerto de Barajas, en Madrid, tendría que requerir mucho tiempo para el acomodo del escenario electoral español y la identificación de los protagonistas y sus posicionamientos.
El cuadro analítico representa un desafío de interpretación: la izquierda socialista en modo socialdemócrata frente a una derecha posfranquista también en modo socialdemócrata, y en medio aquella izquierda revolucionaria que derivó en terrorista, que fue marginada del sistema institucional y que hoy –oh sorpresa– cogobierna con el PSOE.
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La izquierda en el gobierno se queja de la amenaza que viene de la derecha, pero sin reconocer el funcionamiento de la economía suma cero: los errores de la izquierda benefician a la derecha.
En este espacio publiqué en octubre del 2018 una columna referida a lo que ocurría en México y la oscilación pendular izquierda-derecha dentro del grupo gobernante del PRI, asumiendo con generosidad que el PRI se acercaba a una especie de izquierda socialista-sin socialismo y basada solo en un asistencialismo social neoconservador.
En ese texto registré una frase del secretario de Gobernación mexicano en 1978, Jesús Reyes Heroles, cuando recibió la solicitud de registro legal del Partido Comunista Mexicano, proscrito más por su ideología que por su accionar revolucionario y un poco por su apoyo a la guerrilla procastrista que comenzó a operar en México a mediados de los años sesenta.
La solicitud de registro legal del PCM era un paso importante a la institucionalización del sistema político priista que se negaba a ser democrático y que se la pasaba tomando decisiones burocráticas y circunstanciales de despresurización política. En su discurso, el entonces dirigente del PCM, Arnoldo Martínez Verdugo, denunciaba que el régimen priista mexicano se deslizaba a la derecha, luego del fugaz periodo sexenal de gobierno de Luis Echeverría marcado por un populismo asistencialista y simpatizante en el exterior con los países socialistas y sobre todo con la Organización de Países No Alineados.
El secretario de Gobernación –un intelectual e historiador progresista, lector de Ortega y Gasset– pronunció un discurso con el que respondió al señalamiento acusatorio de la derechización del régimen. Sus palabras pueden servir hoy para explicar todo este desacomodo ideológico que está ocurriendo en España:
“Llevar al régimen a la derecha depende, más que de la eficiencia de ésta en tal propósito, de la ineficacia de la izquierda en impedirlo y de la incapacidad del propio gobierno para evitarlo”.
Cualquier politólogo iberoamericano que visite en estos días a España se encontrará con un fortalecimiento electoral de la derecha y la ultraderecha que se registra en un avance significativo en las encuestas y estarían perfilando la posibilidad de una victoria. Del otro lado, la izquierda socialdemócrata no sabe cómo explicar sus asociaciones estratégicas y puede que hasta ideológicas con la ultraizquierda de la ETA y el grupo de Bildu, con evidencias de cierto rechazo de votantes del centro y de la izquierda tradicional a esa articulación estratégica de compromisos.
El avance electoral de la derecha pudiera acomodarse en un cajón sencillo de derechización de la sociedad y del régimen, pero teniendo el cuidado de dilucidar si realmente un sector importante de la sociedad se corrió a la derecha o estaría sólo manifestando su repudio a la presencia de la ETA en el gobierno del PSOE.
El párrafo del mexicano Reyes Heroles sobre el proceso de derechización mexicano en 1977 podría explicar la reconstrucción del voto por la derecha en España a partir de la ineficacia de la izquierda para impedirlo “y de la incapacidad del propio gobierno para evitarlo”.
La recomposición del escenario ideológico de España será la principal tarea de reorganización de las fuerzas políticas en cualquiera de los dos escenarios: si el PSOE-ETA gana las elecciones o sí el PP-Vox se alza con la victoria, sobre todo por el agotamiento ideológico y partidista de los cuadros políticos que surgieron al calor de la protesta de los indignados de mayo de 2011, hacia apenas doce años.
Los pilares ideológicos de España son el PSOE y el PP, con agrupaciones a cada uno de los dos lados del centro político, lo cual estaría indicando que no está todo perdido y que los grupos a los extremos de cada posicionamiento no han terminado de afianzarse en el ánimo de la sociedad, aunque su fragmentación estaría generando condiciones para las dificultades en la construcción de mayorías absolutas que garanticen el acceso al gobierno.
El debilitamiento de la izquierda del PSOE, sus errores en alianzas con grupos radicales que tienen deudas no pagadas con la sociedad española durante el franquismo y el agotamiento de un espacio ideológico para diversas expresiones radicales condujeron a la derrota en las últimas elecciones regionales.
La derecha parece haber actuado con mayor sensibilidad política, toda vez que las dos posiciones sólidas son el PP y Vox, sin tener que cargar con la fragmentación de grupúsculos que se convierten en lastres de gobierno.
Nuestro politólogo iberoamericano tendría que dedicar muchas horas a mapear, primero, el espectro ideológico en dos posiciones madre: la izquierda y la derecha, pero fragmentando a una sociedad que estaría necesitando menos grupos y más propuestas cohesionadoras. Las dificultades de gobierno del PSOE y sus alianzas a la ultraizquierda fueron el lastre que terminaron hundiendo al precario Pedro Sánchez.
Para entender el rompecabezas español, los politólogos iberoamericanos requieren de una beca con residencia local.
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