Demasiado tarde, en una lógica muy local y sin prever la oscilación pendular, el gobierno socialista del presidente Pedro Sánchez había buscado un reencuentro con algunos países de Iberoamérica como parte de sus funciones de presidente de la Internacional Socialista, de encargado de la Unión Europea y del aumento de los intereses económicos trasatlánticos.
El resultado electoral del pasado domingo 28 de mayo y la derrota del PSOE y el gobierno han planteado un quiebre en esa parte de la política exterior. Con poca participación del propio PSOE y recargando la tarea en las relaciones de Pablo Iglesias y Unidas Podemos con los países populistas iberoamericanos, sobre todo Venezuela, Bolivia y México, Sánchez había anunciado una gran ofensiva de incremento de la influencia española exterior.
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Sin demasiada insistencia mediática, el año pasado se dio un acuerdo político muy significativo entre la derecha de Vox y la fracción ultraconservadoras del Partido Acción Nacional de México, que fortaleció la Carta de Madrid que ha impulsado Santiago Abascal para sustituir a la decadente Democracia Cristiana Internacional por la activa ideología de la derecha de Vox.
Los países de Iberoamérica han entrado en una lógica de activismo político para mantener las posiciones progresistas en los gobiernos. No se trata de alguna revalidación o reactivación de la internacional socialista como organismo colegiado, sino más bien de las relaciones de Iglesias en la zona americana que comenzaron con el padrinazgo de Hugo Chávez Frías y que ha mantenido vigente el presidente Nicolás Maduro a través de un activismo en modo de asesoría del expresidente socialista español José Luis Rodríguez Zapatero y la presencia constante de Iglesias.
Mientras el presidente mexicano López Obrador no pudo encontrar un espacio personal de relaciones con el presidente Sánchez, en enero de este año recibió en el despacho presidencial de Palacio Nacional a Pablo Iglesias y al economista Alfredo Serrano Mancilla para hablar de relaciones políticas con el partido mexicano Morena. Sin embargo, no existen indicios de alguna vinculación formal Morena-UP como la que se dio entre el PAN mexicano y Vox español.
Antes de las elecciones del 28-M, el gobierno socialista español había difundido es parte de su estrategia para expandirse políticamente a Iberoamérica, donde corren vientos políticos que pudieran de alguna manera ofrecer indicios de lo que se ha llamado una ola rosa, jugando con el desgastado modelo de la influencia roja comunista de la antigua Unión Soviética que había entrado con fuerza a Cuba en 1962 y que se había expandido por la exportación del modelo de revolución cubana vía la guerrilla hacia algunos países iberoamericanos.
El péndulo ideológico Iberoamericano oscila entre el conservadurismo neoliberal de ideología económica de mercado y el populismo como sucedáneo anticlimático del socialismo cubano-exsoviético. El modelo de la Revolución Bolivariana de Chávez que ha sobrevivido con Maduro no es otra que una versión contemporánea del socialismo utópico no marxista del presidente mexicano Lázaro Cárdenas (1934-1940) presentado como “capitalismo monopolista de Estado”, es decir, una economía de mercado con importante presencia del sector privado, pero con dirección presupuestal de los gobiernos, algo que fue caracterizado como categoría político-ideológica-económica como populismo o gobierno con objetivos populares y programas asistencialistas que no modificaban la estructura de producción privada-pública.
La caracterización que se hace desde Iberoamérica al régimen político socialista de España es bastante complaciente respecto a su enfoque de programas de gobierno basados en políticas públicas que no modifica la estructura del sistema productivo empresarial y políticas de gobierno regulatorias, ni tampoco trata de eliminar al sector privado. Las limitaciones del régimen español se perciben desde Iberoamérica como un populismo fiscal de Estado, sin modificar la lucha de clases ni la estructura productiva. Lo mismo ocurre gobiernos considerados radicales, pero que en realidad son regímenes capitalistas con políticas públicas que redistribuyen mal que bien la riqueza producida vía subsidios asistencialistas o tibias políticas fiscales que tratan de evitar la polarización en la distribución de los ingresos.
La derrota del PSOE el 28-M y los primeros indicios pesimistas para el gobierno de Sánchez en las generales adelantadas el próximo 23 de julio –apenas dentro de poco menos de dos meses– y sobre todo el desplome del grupo ideológico Unidas Podemos de Pablo Iglesias podría estar dejando a un lado del camino los planes de reconquista política de Iberoamérica, sobre todo porque los activismos de Zapatero e Iglesias han sido más centrados en relaciones personales con algunos líderes en la región, pero sin desarrollar algún tipo de expansión política de intereses no económicos ni empresariales de España en una región iberoamericana que está defendiendo sus territorios populistas.
A nivel de visibilidad, ni el PSOE ni Unidas Podemos han tratado de penetrar en las estructuras políticas de los grupos del centro a la izquierda ideológica iberoamericana, en tanto que Vox sí ha logrado acuerdos concretos firmados en la Carta de Madrid como un programa ideológico de la derecha española con grupos de las corrientes del centro a la derecha en Iberoamérica.
En los estilos de hacer política de los grupos ideológicos del centro a la izquierda de Iberoamérica no se perciben algunas formas concretas para cristalizar compromisos, toda vez que el espacio de operación de los regímenes populistas se agota en escenarios muy estrechos y sin articulación internacional. Inclusive, en los espacios de análisis político de Iberoamérica no hubo mucho interés en las elecciones españolas del 28-M.
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