Hemos iniciado una serie de actividades y movilizaciones sin término para exigir que las autoridades del estado de Guerrero y del país cumplan con su obligación. Por disposición legal tiene que castigarse a los asesinos de los entrañables compañeros Conrado Hernández Domínguez, Mercedes Martínez Martínez y su pequeño hijo Vladimir Hernández.
Ya han pasado 42 días de los escalofriantes hechos en los que, en algún lugar de Chilpancingo, los padres fueron asesinados a golpes y el niño ahorcado ¿por animales?, ¿por bestias?, ¿por monstruos? Todo y más al mismo tiempo, pero, con un propósito muy claro y bien definido: escarmentar a quienes se atreven a luchar por un mundo mejor. Los mataron por antorchistas.
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Y por antorchistas la justicia no llega.
No se arrastra siquiera, está paralizada. Los pobres, los sencillos, los que no son de los ricos ni de la clase política encumbrada, no cuentan.
Así es México. Se cree que su sacrificio puede ser sepultado e ignorado fácilmente, pero eso es creencia de los potentados y las élites, porque las familias de los sacrificados, sus compañeros, sus amigos y millones de gentes honradas, guardan para siempre los hechos en su corazón y en su cabeza y ya nadie duda de que, aunque a veces parezca lo contrario, el pueblo tiene muy buena memoria. Quiso el inmortal Ovidio, el poeta romano Publio Ovidio Nasón, que a Marsias, sacrificado espantosamente por el poder sanguinario y arrogante, lo lloraran, y con sus lágrimas lo convirtieran en un río eterno, los “rústicos faunos, deidades de las selvas, y sus hermanos sátiros, y Olimpo, querido aún en aquel trance, lo lloraron las ninfas y todo el que en aquellas montañas apacentó lanígeros rebaños y cornudas manadas”, lo honraron, pues, los más simples y modestos, como ahora y siempre honrarán a Meche, a Conra y al pequeño Vladi.
Se acerca el fin del sexenio. Ya se puede empezar a hacer su evaluación.
Va quedando muy claro que el gobierno de Andrés Manuel López Obrador supo y pudo hacer todo lo necesario para conservar y acrecentar las ganancias de los hombres y las mujeres más ricos y poderosos de México, engrandecer las utilidades de los industriales y los grandes comerciantes y vigilar los inmensos beneficios de los señores dueños de los bancos. Sin pasar por alto que, bajo el gobierno de AMLO, también resultaron muy beneficiadas y satisfechas importantes corporaciones cuya influencia les permitió ser partícipes de la construcción de las obras emblemáticas del régimen, con las cuales, para bien o para mal, pasará a la historia la llamada “Cuarta Transformación”.
Esas obras, tan propagandizadas y presumidas por el Presidente en persona, no fueron hospitales ni escuelas de medicina, no fueron primarias, secundarias o preparatorias con internados, ni siquiera solo de tiempo completo, fueron, bien se registra, un aeropuerto que no usa ni usará nunca la clase trabajadora (y, por lo que ya se ve, ni gente con dinero), un gran tren (inconcluso todavía) para turistas con muy buenos recursos económicos y una refinería (inconclusa también) que algún día puede ser que sirva para grandes fabricantes e importantes empresarios del movimiento nacional e internacional de mercancías.
“Primero los pobres” pronto habrá quedado como un atrevido lema de campaña que dejó contados hasta ahora 3.8 millones de pobres más. Nunca en el sexenio se graduó un solo pobre y ascendió a la clase media. Estaban en la pobreza y ahí siguen. Los apoyos directos habrán sido la repetición del viejo mecanismo de contención de la inconformidad social, panem et circenses, ya urdido en Roma y, consecuentemente, usado para aplacar la necesidad de la organización para la defensa de las clases necesitadas.
La “Cuarta Transformación” se encargó de mantenerlos inermes para su eficiente explotación. Eso, sin olvidar el uso de la tarjetita como arma de extorsión para presionar el voto, so pena de perder la ayuda. Todo un éxito para el agradecido capital.
¿Le alcanzará para imponer la continuidad? No creo. La operación de encuestas a modo no pasa de ser una costosa campaña propagandística y su intensificación está en relación directa con el repudio. Para la continuidad del régimen pesaran mucho los daños, ¿irreparables?, que se le han infligido al prestigio que le es indispensable al Estado para su labor de dominación de clase.
No es que estuviera flamante; de hecho, ya la aceptación de un personaje como el licenciado Andrés Manuel López Obrador, que cargaba con tantos negativos, fue la demostración palpable de que en las altas esferas del poder fáctico había preocupación y se buscaba la reparación del aparato del Estado, pero, como dice el pueblo (o decía antes de la escasez de las medicinas), el remedio resultó peor que la enfermedad.
La institución del Poder Ejecutivo, si no está por abajo, sí está al nivel de un mal show mañanero de comentarios y entretenimiento, con auditorio cada vez más reducido.
Se han cuantificado ya miles de mentiras abiertas, miles de ciudadanos y organizaciones legales calumniadas e insultadas impunemente y muchas, más de las que se puede permitir un primer mandatario, muestras indecorosas de ignorancia de la historia y la realidad. Mal, o muy mal, se halla la necesaria credibilidad, respetabilidad y hasta la admiración que le es indispensable al Poder Ejecutivo para cumplir con su función.
¿Y los otros poderes? Sin dejar de tomar en cuenta que existen legisladores muy preparados, respetables y preocupados por el desempeño de su función como representantes del pueblo, el Poder Legislativo es ya, a los ojos de millones de ciudadanos, una simple herramienta de las muy cuestionables iniciativas de un solo individuo, al que, sin pudor, se le cita al Palacio Nacional para darle órdenes.
El Poder Judicial, por su parte, que también cuenta con miembros expertos y honorables que incluso se han atrevido a desafiar al poder personal del Presidente, está siendo presentado a los ojos de la nación entera como un colectivo de conservadores corruptos que, para bien del país, con ataúdes a las puertas de sus oficinas, se considera que merecen estar muertos.
Pero no es todo. Desgraciadamente.
¿Y los 140 mil fallecidos por muertes violentas tirados por todo el país? Y si hubiera, por lo menos, 140 mil autores materiales e intelectuales presos y sentenciados por la comisión de esos delitos, los mexicanos tendrían siquiera la idea de que el combate a la violencia y a los violentos está en marcha; pero todo mundo sabe que la cifra de procesados y sentenciados no llega ni a la centésima parte de la cifra de los homicidios.
La impunidad, la odiosa impunidad es y será la distinción del gobierno de la “Cuarta transformación”.
Por eso, precisamente, los antorchistas del país entero hemos iniciado movilizaciones para que se les haga justicia a dos jóvenes padres y a un chiquito que fueron torturados y asesinados.
Habrá múltiples actividades y el martes 6 de junio una multitud inmensa de agraviados por los crímenes y por la impunidad, marchará por las calles de la ciudad de Chilpancingo con el simple y sencillo propósito, absolutamente legal, de que el Estado de la 4T cumpla con su obligación de investigar, procesar y sentenciar a los autores materiales e intelectuales de esos atroces crímenes; porque existen autores intelectuales que prepararon, pagaron la acción y cubren la retirada de los homicidas directos; porque nadie en este mundo creerá que se trató de los hechos de unos locos sin oficio que se encontraron a los padres y al pequeño a la pasada.
Los antorchistas ya dijimos: no nos callaremos ni nos callarán y, como bien se sabe, cumplimos nuestras promesas.