- “El tránsito llegará cuando tenga que llegar, pero no lo adelantemos, los análogos estamos para contribuir a generar vida, sin llevarnos las ganancias”
Debemos tenerlo claro, nada se domina y todo se labra.
El amor es el mejor de los laboreos.
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En un mundo cada día más ruidoso, urge acogerse y recogerse interiormente para cultivar el silencio y poder llenarse de savia, no de violencia; que la vida es para conservarla con mirada radiante y conversarla con abecedarios comprensivos y lenguajes entendibles.
Esto es indispensable para construir un orbe armónico.
En consecuencia, hemos de ponernos en acción, tomar otros hábitos y renunciar a supremacías que envenenan con los labios y asesinan con la mirada.
Desde luego, quien no se interroga y abandona el ejercicio de pensar o repensar, se pierde su propia realización como ser, así como el mayor gozo de la crónica viviente, que es la siembra de ilusiones. Evidentemente, necesitamos pararnos, hacer un alto en el camino para alumbrarnos de espíritu y poder mirar las cosas desde otros ángulos del horizonte; puesto que, la situación se apoya en hacer interesante este anhelo y el escenario, en pulir cada cual consigo mismo, lo mejor que lleva consigo.
No olvidemos jamás, que vivir es lo más fructífero, si además nos desvivimos por hallarnos, habremos contribuido a sembrar el mejor soplo de un caminante: la certeza de un ser auténtico, con el saber estar en renovación permanente.
Con razón se dice o se comenta, lo de transformarse o fenecer. El paseo por aquí abajo, dure lo que dure, nos insta a practicar el amor de amar amor en cada paso que demos y a dejarnos dar un sabio proceder existencial, a las piedras halladas en el camino, con atuendo de persona.
El secreto está en jugar limpio, en no creerse rey de nadie ni de nada, en valorar cada instante con una sonrisa en los labios y en tejer un arcoíris lleno de posibilidades.
A mi juicio, hoy más que nunca, el momento nos exige reorientarnos, tomar aliento para encarar tanto las subidas como las bajadas; y, hacerlo con una alimentación óptima, favorece el optimismo en cualquier biografía humana.
Comer por comer no sirve, a la larga nos deprime; sin embargo, avivando la alimentación saludable se salvan penetrantes genealogías, mediante la promoción de la salud y el bienestar.
Al fin y al cabo, el sustento de las gentes va a depender en parte de su modo de nutrirse, corporal y espiritualmente.
Naturalmente, nuestra gran asignatura pendiente radica en plantar vida y no en implantar muerte. Lo tenemos con el cultivo del tabaco.
Sabemos que es perjudicial para nuestra salud, pues movilicemos a los gobiernos para que pongan fin a las subvenciones y destinen esos recursos ahorrados a programas de sustitución de cultivos, que ayuden a los agricultores a realizar la transición a otros productos verdaderamente nutricionales.
Son estos pequeños sueños, sin duda, los que nos injertan esperanza, máxime en una época de inseguridad alimentaria y de tremendas desigualdades.
El tránsito llegará cuando tenga que llegar, pero no lo adelantemos, los análogos estamos para contribuir a generar vida, sin llevarnos las ganancias.
Antes de partir hay que compartir, como antes de vivir hay que dejar vivir, para poder remar mar adentro.
Pienso en ciertas profesiones, por ejemplo, en un profesional sanitario entregado a los enfermos o en un maestro desvelado por sus alumnos, en tantas gentes dispuestas a donarse, que han aceptado el reto de dejar huella, concediendo tiempo e invirtiendo corazón en la obra vivida.
Cada uno de nosotros piense en su propia historia. Para hacer algo hay que rehacerse numerosas veces, enmendarse y activar la brújula de transeúntes, mirarse y verse en los demás.
Seguramente, entonces, percibiremos que muchos del propio linaje, físicamente cercanos pero ausentes del abrazo recíproco, no tienen la posibilidad de vivir la dignidad de sus vidas, acordes a la imagen y semejanza nuestra.
Para desgracia de todos, a poco que nos adentremos en el mercado terráqueo, observaremos que la explotación y el abuso sexual de niños están a la orden del día en todas las partes del mundo, que la existencia cada día vale menos porque las guerras continúan devastando territorios en todo el planeta y que los suelos, al mismo tiempo, se están volviendo infértiles y las fuentes de agua se están secando. Por eso, hemos de unirnos y reunirnos para sostener la vida en la tierra, no la expiración, y evitar desastres en un cosmos tremendamente cruel y peligroso.
Es cierto que coexistir en familia sin deshumanizarse produce un cansancio infinito, pero también es lo más gratificante, para cualquier viandante que tome respiración al despertar de cada día.
Víctor CORCOBA HERRERO/ Escritor