Como Europa tiene sus propios problemas migratorios, poca atención ha existido a la crisis de migración forzada en América por cientos de miles de personas que ya han cruzado de manera ilegal la línea fronteriza de Estados Unidos y otros cientos de miles que están estacionados del lado mexicano a la espera de condiciones o circunstancias que permitan ingresar al llamado sueño americano que no es otra cosa que salarios en dólares, aún en condiciones de restricciones de bienestar.
En las últimos meses, el debate en México y Estados Unidos ha sido enfocado sólo en función del conflicto migratorio, es decir, en el proceso de ingreso legal o ilegal a territorio americano, pero es la hora que no se ha creado ninguna comisión ni ningún grupo de enfoque para encontrar las razones de fondo de los ciudadanos de otros países que urgen con familias y maletas a cruzar veces caminando todo el territorio mexicano para encontrar alguna forma de ingresar, pagando sobornos o cayendo en manos del crimen organizado, al sueño americano.
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Los migrantes han resumido sus razones en pocos puntos concretos: falta de empleo, condiciones salariales precarias y, en los últimos años, a la expansión del crimen organizado en el control territorial y político de zonas físicas de los Estados. Buena parte de las solicitudes de asilo se justifican por presuntas existencias de amenazas de muerte a familias que se niegan a someterse a la autoridad criminal de las bandas delictivas que en los hechos gobiernan en muchas ciudades.
Si se buscara un elemento detonador de todas las crisis que justifican o explican las migraciones, sin duda que se encontraría en un punto central que ningún Gobierno de ningún país se ha atrevido a procesar: la crisis del sistema productivo del capitalismo y los precisos mecanismos de concentración de la riqueza que han generado desigualdades sociales generales y que han empujado a familias enteras a emigrar hacia el único lugar que aparece en el mapa económico como el ideal para encontrar bienestar: Estados Unidos.
La realidad, sin embargo, no es automática: todos los migrantes legales o ilegales que viven en territorio estadounidense no presentan condiciones desahogadas de bienestar, sobre todo porque solo una minoría logra colocarse en condiciones de empleo con el suficiente excedente para asumirse como parte real del sueño americano.
Basta hacer un recorrido por las zonas marginales de Los Ángeles, San Diego, El Paso, McAllen, Brownsville y Miami y descubrir la existencia de verdaderos territorios de apartheid social, con acumulación de problemas de marginación, escasez de bienes y servicios, drogadicción y sobre todo violencia delictiva. Las cabezas de familia que logran empleo en Estados Unidos sacrifican bienestar propio con tal de enviar su salario a los familiares que dejaron en sus países de origen. Sólo como dato simbólico hay que registrar el hecho de que las remesas o dinero en efectivo que mexicanos envían de Estados Unidos a sus familiares de origen llegan a sumar 50,000 millones de dólares anuales, más del doble del total del producto de las exportaciones de petróleo crudo.
De ahí la conclusión de que la crisis de la migración en su enfoque económico es producto de la falta de un sistema productivo capitalista en los países al sur del Río Bravo y que las economías existentes tienen además el defecto de una estructura legal de distribución inequitativa de los ingresos que afecta a los asalariados, en tanto que beneficia a los propietarios de los medios de producción.
En términos generales, México ha sido el principal aportador de inmigrantes legales e ilegales así Estados Unidos, para sumar una población de casi 40 millones, entre migrantes y población originaria que se quedó en el territorio mexicano que fue engullido por Estados Unidos a mediados del siglo XIX, cifra que representaría un tercio de la población total actual de México. Y en la actualidad, el sistema productivo de México ha polarizado la concentración del ingreso en un grupo de 15 personas –los más ricos– que poseen el 15% del PIB y que conducen a datos oficiales que resumen la desigualdad en la distribución de la riqueza: el 80% de los mexicanos vive con restricciones de una a cinco necesidades sociales básicas y sólo el 20% ve cumplidas todas sus necesidades, tomando como punto de referencia el modelo Pareto de que una economía ideal sería con 80% de personas con bienestar y solamente 20% con escaseces.
Estas cifras que se refieren a México se reproducen aún en condiciones más desiguales en todos los países de América Latina y el Caribe, y que se resume en el hecho de que las economías no pueden responder a las necesidades de empleo, salarios y bienestar que requiere su población y entonces millones de familias se ven obligadas a migrar a otros países y específicamente a Estados Unidos en busca del bienestar.
México y Estados Unidos han construido un muro infranqueable para impedir la migración, sobre todo porque la capacidad de economía estadounidense está ya al tope y solamente estaría en condiciones de otorgar menos 200,000 visas anuales, pero en circunstancias como las actuales que registran solicitudes de ingreso más allá de 5 millones al año.
La frontera estadounidense tapiada por militares, guardias nacionales, patrullas fronterizas y policías locales puede disminuir el ingreso ilegal de personas, pero estaría dejando al otro lado de la línea a cientos de miles de personas que seguirán intentando cruces ilegales organizados por bandas de traficantes de personas líder desde luego por cárteles del narcotráfico.
Los miles de migrantes que han llegado a estallamiento de violencia en la línea fronteriza son el efecto social de una desesperación humana que tiene como causa originaria un sistema económico capitalista que está produciendo pobres y desempleados en todo el mundo.
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