Aseguran que el emperador residió en El Salvador los últimos días de su vida.
El investigador salvadoreño Rolando Deneker revisitó los acontecimientos que tuvieron lugar en 1864, cuando Benito Juárez dio indicaciones a un pelotón de fusileros para que dispararan contra el archiduque Maximiliano de Hasburgo, pues el también arquitecto propuso que la historia del emperador no acabó como se nos ha contado, pues a través de una recabación de datos, fotografías, testimonios y una longeva investigación sugiere que Juárez le perdonó la vida y permitió que se instalara en El Salvador, donde residió hasta perder la vida a los 104 años.
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Justo de Armas fue el nombre que presuntamente adoptó el emperador Maximiliano de Hasburgo, luego de que Benito Juárez le extendiera un salvoconducto un documento que autoriza un viaje libre y sin riegos para quien se le ha concedido para que se trasladara a El Salvador, esa es la versión que Deneker ha propuesto desde hace 15 años.
De acuerdo con la investigación del salvadoreño, a poco tiempo de que Juárez ordenara, a través de un decreto, que el emperador fuera fusilado en el Cerro de las Campanas (Querétaro), un hombre con las características físicas del originario de Austria, quien al poco tiempo de instalarse en la región sudamericana se ganó el respeto de la alta sociedad salvadoreña, pese a que siempre se negó a hablar acerca de su pasado pues, asegura el investigador, que el parecido entre Justo y don Maximiliano era evidente, por lo que las sospechas de que se trata de una misma persona se mantuvieron centelleantes hasta el día de su muerte.
De hecho, el investigador ha comprobado que existen pruebas de ADN que confirmarían que Maximiliano y Justo tenían la misma sangre, luego de que un pariente de la estirpe de Hasburgo fungiera como donante para llevar a cabo este examen de identidad.
Las únicas nociones que -de acuerdo con la versión de Deneker dio de Armas acerca de dónde venía y quién había sido antes de que se la abrasase a su llegada al puerto de Acajutla, fue que era superviviente de un naufragio y tal fue el respeto que se granjeó con el tiempo, que nadie puso a discusión su historia, hasta que Rolando se dio a la tarea de investigar todo lo relacionado con el viajero, pues -según ha contado, desde que era pequeño, su abuela, doña Consuelo, le narraba historias que involucraban a don Justo, a quien había conocido personalmente a su bisabuela, doña Abelina.
De acuerdo con Deneke, Justo de Armas contó a su bisabuela que había sido emperador de México, luego de llegar a tierras mexicanas tras abandonar Austria, por ello, cuando el investigador tuvo la oportunidad de viajar al país europeo emprendió una honda investigación acerca de este personaje, haciendo lo propio en otras regiones a las que arribó con el único objetivo que desentrañar la identidad de este personaje, como lo fueron Bélgica, Francia y México.
Entre los datos más contundentes y que llamaron más la atención del investigador fue que Justo llegó a El Salvador en 1870 y fue recibido por personajes de gran importante política, pues fue Gregorio Arbizú, vicepresidente y canciller del gobierno de Francisco Dueñas, líder del partido conservador de la región, por lo que Deneke se cuestionó el por qué un náufrago recibiría tantos honores a su llegada a un país completamente ajeno y al que arribó por mera casualidad.
Otra de las cuestiones que ponen en duda la veracidad de la investigación de Deneke tiene que ver con la presunta expiación que Juárez concedió, pero el investigador afirma que la explicación es muy sencilla, debido a que ambos eran masones, lo que le impidió arremeter en contra del emperador, sin embargo, pactaron fingir su fusilamiento y hallar una región lo suficientemente apartada de México para que de Hasburgo pasara el resto de sus días, pues asegura que vivió hasta los 104 años.