Heliogábalo se pintaba los ojos, se afeitaba el vello corporal, utilizaba cosméticos para realzar su aspecto y se ponía pelucas.
Era “una bestia (…) de lujurias antinaturales”, escribió el biógrafo Elio Lampridio acerca de Heliogábalo (o Elagábalo), emperador romano que gobernó de 218 al 222. Este extraño personaje es bien recordado por sus extravagantes actos sexuales y polémicas decisiones políticas que le llevaron a su perdición.
¡SIGUE NUESTRO MINUTO A MINUTO! Y ENTÉRATE DE LAS NOTICIAS MÁS RELEVANTES DEL DÍA
Le atraían los hombres con testículos grandes, por ello mandaba a sus emisarios a que le buscaran caballeros con estas cualidades. Mientras mantenía encuentros sexuales con ellos, le gustaba ponerse pelucas o prostituirse, según el político y militar Dion Casio.
Es por ello que algunos historiadores consideran a Heliogábalo como el primer travesti de la historia.
Dion Casio relató que Elagábalo se pintaba los ojos, se afeitaba el vello corporal, utilizaba cosméticos para realzar su aspecto y se ponía pelucas, antes de prostituirse en las tabernas y burdeles de Roma.
Se dice que reservaban una habitación del palacio para sus reuniones orgiásticas.
Una de sus orgías palaciegas fue escenario de una masacre involuntaria, cuando se derramaron tantos pétalos de flores sobre los invitados al banquete que decenas de personas murieron asfixiadas mientras estaban recostadas en sus divanes.
Una sexualidad sin límite
Además, Heliogábalo llegó a practicar orgías que incluían el acto de castración.
Diversas fuentes históricas afirman que es posible que se casara oficialmente con hasta seis esposas en un periodo de cuatro años, además de tener innumerables parejas sexuales.
Entre sus muchos amantes destacaron Heriocles, un esclavo que adquirió gran prestigio en las carreras de cuadrigas, y Aurelio Zotico, un atleta griego de Esmirna.
El emperador decidió casarse con ambos y ejercer como esposa, aunque el Senado terminó por no aceptarlo.
Heliogábalo era el sobrenombre de César Marco Aurelio Antonino Augusto, nombre original Varius Avitus Bassianus, (nacido probablemente en 203, Emesa, Siria; fallecido el 11 de marzo de 222, Roma).
Una roca como su dios protector y otros comportamientos extraños
Otro detalle por el que este emperador es recordado es por la devoción que profesaba a una roca negra de forma cónica, la cual se cree que era un meteorito, y a la que mandó instalar en el Palatino.
Incluso organizó un extraño matrimonio en el que casó a su dios con una estatua de la diosa Palas.
La roca se colocó en un carro dorado repleto de joyas, el cual era tirado por cuatro caballos blancos, a los que se daba rienda suelta para que pareciera que la roca conducía el carro.
Heliogábalo, todo el tiempo, se tambaleaba delante del carro con su atuendo sacerdotal, una escena que se acuñó en monedas para preservar el momento.
Después de convertirse en emperador, Heliogábalo no mostraba mucho interés por su gobierno; más bien mantenía su atención en la práctica de sacrificios y danzas rituales.
En una ocasión, hizo que le enviaran a Roma un enorme autorretrato en el que aparecía bailando una danza exótica con llamativas vestiduras y una tiara enjoyada.
Ordenó que se expusiera en la sede del Senado. El emperador también gustaba de organizar extravagantes banquetes.
Una vez organizó una cena en la que sirvió 600 cabezas de avestruz.
En otras ocasiones, sirvió platillos como lenguas de pavo real, talones de camello y sesos de flamenco. Al parecer, alimentaba a sus mascotas exclusivamente con hígado de ganso.
El ocaso de Heliogábalo
Nuestro personaje gustaba de favorecer de manera notable a las mujeres.
Un ejemplo de ello fue cuando institucionalizó un Senado para mujeres, el cual emplazó en la colina del Quirinal, lugar en el que se celebraban las reuniones de matronas.
Este tipo de decisiones, le trajeron al emperador un gran descontento entre el pueblo y sus opositores políticos.
Finalmente, con tan solo 18 años de edad, Heliogábalo fue asesinado y reemplazado por su primo, Alejandro Severo, el 11 de marzo de 222.
Se sabe que el joven emperador fue decapitado y arrastrado por las calles de Roma.
Después su cuerpo fue arrojado al Tíber por los pretorianos. Junto a él estaba su madre, Julia Soemias, que corrió su misma suerte.