Esta síntomatología se conoce como Disforia Postcoital (DPS), entendida como un desorden sexual, en el cual se experimentan emociones y sensaciones de angustia, tristeza tras la actividad sexual.
Puede llegar a afectar a la relación de pareja, generando un distanciamiento físico o incluso llegar a manifestar insatisfacción a través de palabras o acciones (Waldherr y Neumann, 2007; Baldwin, 2001).
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El 32,9% de las mujeres han experimentado síntomas de DPS a lo largo de su vida (Bird et al. (2011).
Sin embargo, esta afección no es exclusiva de las mujeres ya que en el estudio realizado por Schweitzer (2015) se afirma que el 46% de los hombres encuestados han sentido DPS al menos una vez en su vida y el 5,1% experimentó síntomas algunas veces en las pasadas 4 semanas anteriores al estudio.
Las emociones que pueden surgir asociadas a la DPS son: irritabilidad, ansiedad, agitación, tristeza, depresión y episodios de llanto. Estos síntomas pueden tener una duración variable desde unas horas hasta días. La experiencia de cada persona puede ser diferente (Sanz, 2022).
Estos sentimientos desagradables pueden motivar conductas extremas como el maltrato físico o verbal, generando rechazo u odio hacia la pareja, situación que puede llegar afectar considerablemente la vida conyugal (Gil, 2019).
¿Cuál es el origen?
Diferentes estudios han intentado investigar la posible etiología de DPS, sin embargo, no se ha encontrado una razón sólida respaldada por estudios científicos.
Entre las razones que se investigan se contempla la posiblidad de facotres culturales y educativos, donde una formación estricta y exigente respecto a la sexualidad pudiera haber condicionado la vivencia sobre el placer (Ordoñez 2022). De esta manera se puede interiorizar que una persona no tiene derecho a sentirse bien por algo sexual y debe sufrir vergüenza o culparse por ello.