Los trabajadores de Europa se defienden del imperialismo y de sus propias clases dominantes

La economía del Reino Unido es la sexta en tamaño en el mundo, la de Francia es la séptima. Se trata, por tanto, de los países que producen más riqueza y cualquiera pensaría que son los que proporcionan un mejor nivel de vida para sus poblaciones, que ahí hay muchos y buenos servicios públicos, buena vivienda, buena educación y que se pagan muy buenos salarios.

Quien así pensara se olvidaría que en el modo de producción que está generalizado en el planeta la enorme riqueza que se produce no se reparte entre todos los que la producen, sino que va a parar a las manos de unos cuantos ricachos, que cada vez son menos y que la inmensa mayoría de la población se tiene que contentar con poco, cada vez con más poco.

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En rasgos generales, así se explican los terremotos sociales que han sacudido al Reino Unido y a Francia en las últimas semanas. Miles, millones de trabajadores de los sectores público y privado han salido a la calle a exigir, cada vez más enérgicamente, una mejoría en sus salarios y en sus condiciones de trabajo.

Nadie debería de extrañarse, se trata de las clases obreras más antiguas del mundo; en Inglaterra, la revolución de 1648 y en Francia la de 1789, en medio de sendos baños de sangre, auparon a la burguesía, la clase explotadora triunfante cuyo nuevo sistema produjo y reprodujo a la clase obrera y a su pobreza en sus países y a escala planetaria.

Las luchas de los obreros y de los trabajadores de Inglaterra y de Francia forman ya parte del legado histórico de la clase obrera mundial.

Cito a continuación los magníficos reportes de la lucha actual en estos países que realiza la página electrónica Rebelión. Su trabajo periodístico nos da una buena idea de la amplitud y profundidad de la lucha de clases en dos de los países más ricos de Europa.

El testimonio de Rebelión es de apreciarse también porque muchos diarios importantes del mundo o silencian o minimizan lo que está pasando en éstos y en otros países.

No obstante, es indispensable que, ante la grave situación que viven actualmente las clases laborantes de México, de América y de otras partes del mundo, se sepa que no todos los explotados se resignan a vivir sometidos toda la vida.

El diario digital Rebelión informa el ocho de febrero: “Continúan las huelgas en Inglaterra, Gales y Escocia. A lo largo de febrero (9-10, 14-16, 21-23) y marzo (2, 16-17, 20-22), el personal y los profesores de 150 universidades estarán en huelga. El 6 de febrero, los conductores de ambulancias irán a la huelga.

Los días 6 y 7 de febrero, los enfermeros organizados en el Real Colegio de Enfermería irán a la huelga. El 14 de febrero, los profesores de Gales, organizados en el NationalEducationUnion (NEU), irán a la huelga. El 20 de febrero, los conductores de ambulancias reanudarán su huelga. El 28 de febrero, los profesores de las regiones Norte, Noroeste, Yorkshire y Humber, organizados en el NEU, irán a la huelga.

Está en marcha una votación por el derecho a la huelga –del 23 de enero al 16 de febrero– en Royal Mail (la empresa de correos que tiene estatuto de empresa privada y cotiza en bolsa).

Lo mismo ocurre en el sector del transporte de Londres, sometido a votación por el RMT (entre el 31 de enero y el 21 de febrero)”.

Como puede verse, el movimiento por mejoras salariales reales y mejores condiciones de trabajo que hace muchos años no se tienen está extendido a muchas regiones de Inglaterra y está muy lejos de haberse terminado.

Por su parte, las clases explotadoras, representadas en este caso por el gobierno del Primer Ministro RishiSunak, ésas que en su época de ascenso, por allá por la primera mitad del Siglo XIX promulgaron leyes de protección a la clase obrera, preocupados, por una parte, por la devastación de hombres, mujeres y niños que llevaba a cabo su nuevo sistema fabril y, por la otra, aterrados por las manifestaciones de inconformidad cada vez más amplias y frecuentes.

Ésas que se vistieron con el disfraz de progresistas y llamaron la atención del mundo mandando severos y honrados inspectores fabriles a verificar el cumplimiento de las nuevas leyes, se despojan ahora de viejas y estorbosas vestimentas.

El gobierno y las organizaciones patronales han emprendido agresivas contrarreformas legislativas para “criminalizar a los activistas sindicales con despidos a mansalva e imponer multas masivas a las estructuras sindicales con el objetivo de reducir al mínimo su capacidad de organización y acción” (Rebelión).

Veamos ahora el reporte de Francia que hace el mismo diario digital Rebelión, esta vez, firmado por León Cremieux, también el ocho de febrero.

“Después de las grandes manifestaciones del 19 de enero, cuyo tamaño ya era comparable al de las grandes manifestaciones de 1995 y 2010 (las movilizaciones contra los anteriores ataques gubernamentales contra el sistema de pensiones), las manifestaciones del 31 de enero han sido excepcionales: más de 2 millones de mujeres y hombres en las calles según la Intersindical, la CGT anuncia la cifra de 2.8 millones, incluyendo 500,000 en París.

En la capital, al tomar las principales avenidas, la manifestación tuvo que dividirse en dos cortejos para que no quedara bloqueada en su punto de partida, la Place d’Italie. En casi todas las ciudades –se celebraron 270 concentraciones en ciudades grandes, pequeñas y medianas– las manifestaciones fueron mayores que el 19 de enero.

Incluso las cifras del Ministerio del Interior –1.27 millones– son las más altas para una jornada de movilización en los últimos 30 años”.

Imponente también ¿no? Y eso está sucediendo en la cuna de la Declaración Universal de los Derechos del Hombre y del Ciudadano, en donde surgió y conmovió al mundo la consigna de Libertad, Igualdad y Fraternidad.

“Libertad”, sí hay, pero de expoliar sin freno ni medida al trabajo ajeno; Igualdad, es burla en donde priva la injusta distribución de la riqueza y los privilegios.

¿Y la fraternidad? ¿Cuál fraternidad? Los trabajadores franceses han salido a las calles en masa durante meses porque sus fraternas clases dominantes, no conformes con la riqueza escandalosa que les extraen, quieren ahora que trabajen dos años más en su vida antes de tener el “derecho humano” de jubilarse; quieren que la jubilación en Francia, ya no sea a los 62 años (que ya es una edad avanzada), sino a los 64 años, dos años más de trabajo asalariado esclavo.

¿Qué pasa? ¿No era el de la burguesía un nuevo sistema que traería el progreso constante y la felicidad universal? Y ya no se diga lo que prometieron los revolucionarios ingleses y franceses de 1848 y 1789 o los independentistas norteamericanos de 1776, sino lo que apenas se presumió en 1991 con la caída del socialismo en la Unión Soviética y Europa del este, cuando se gritó que habíamos llegado al fin de la historia. ¿Qué pasa, pues? Pasa que el sistema capitalista, particularmente su máxima expresión, el imperialismo norteamericano, se hunde en sus contradicciones internas.

No tolera la competencia porque su esencia está en la expansión constante, eterna, si se puede; requiere, exige, devora, materias primas, fuerza de trabajo barata y compradores para vender sus mercancías.

Por eso se ha lanzado contra Rusia, usando al pueblo ucraniano; por eso agrede a China con todo lo que puede; por eso ha reclutado a las élites de Europa como apoyos, y éstas, de fuerza o de grado, descargan sobre sus pueblos, como ahora vemos, en Inglaterra y en Francia (y en otros que pronto saldrán a la palestra), todo el peso, todo el sacrificio brutal para satisfacer las necesidades expansionistas del imperialismo.

A todos los hombres y las mujeres ahora en lucha que se defienden denodadamente en Inglaterra y en Francia, desde aquí les decimos: ánimo, éxito y les mandamos nuestro apoyo, de un microbio, si ustedes quieren, pero muy combativo, muy sincero y muy cariñoso.