Preparado para morir

Hace nueve años, casi al final de la residencia de la autora, menciona que se sentó frente a un paciente, quien le inquietaba si conocía si éste había aceptado que se estaba muriendo; tenía unos 60 años, era un artista de brazos fuertes y ojos serenos, alguien a quien había llegado a conocer bien en los últimos tres años. El cáncer se había propagado a su hígado y médula ósea, quitándole el hambre y la energía.

Quería entender cómo contemplaba vivir el tiempo que le quedaba. Pero él hablaba sobre todo de sus planes: unas vacaciones para acampar dentro de seis meses, seguidas de la boda de un amigo. Como muchos médicos, temía que hablarle de la muerte antes de que pareciera estar preparado, le quitara la esperanza, lo hiciera desistir o lo sumiera en una imparable espiral de ansiedad y depresión.

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“No creo que entienda lo enfermo que está”, le dije a mi supervisor. “Aún no ha llegado a ese punto”.

En los años transcurridos desde entonces, como médico ha aprendido que intentar encontrar pruebas irrefutables de que alguien está preparado para morir es como intentar abrazar a un fantasma. Reconsiderar lo que pensamos que significa la aceptación —y si llegara a producirse— requiere flexibilizar nuestras expectativas sobre aquellos que han sido desahuciados. Para poder hablar con sinceridad sobre la muerte y prepararnos realmente para ella, primero debemos entender por qué esperamos que los moribundos nos muestren que han aceptado su destino.

Las etapas de la muerte de Elisabeth Kübler-Ross, incluyen la negación y esperamos la aceptación.

Las familias de los pacientes a menudo buscan pistas y su dolor aumenta si su ser querido no parece haber aceptado la muerte o no se está preparado para ello. Lo anterior, traiciona los temores sobre el sufrimiento, el de los pacientes y el nuestro. Si los moribundos nos aseguran que están preparados para morir, quizá podamos vivir con una pena más llevadera y estaremos más dispuestos a dejarlos ir.

Los moribundos son capaces tanto de pelear como de hacer las paces.
El bien morir debería estar definido por qué tan honestos y atentos somos al cuidar de los moribundos, esperar que ellos hagan de la muerte un proceso lleno de comprensión y paz, limita nuestra plena participación emocional y espiritual en su muerte. Entender sus experiencias auténticas nos ayuda no solo a verlos con mayor plenitud, sino también a prepararnos juntos para su pérdida.

Si los médicos mencionan que un paciente no está preparado para morir, pregunto qué significa que alguien esté preparado para morir; les recuerdo, con delicadeza, que esperar a imaginar que alguien esté preparado solo justifica que no compartan las duras verdades con alguien cuyas reacciones no pueden prever.

Ejercicio para COVID prolongado
(Nature 2023; doi.org/10.1038/d41586-023-00900-w)
La iniciativa RECOVER de los Institutos Nacionales de Salud de los EEUUA, invita a los pacientes para reconsiderar la decisión de estudios sobre ejercicio para la búsqueda de tratamientos para COVID prolongado. El malestar post-ejercicio (PEM) incluye fatiga, dificultad para regular temperatura y disfunción cognitiva aún con ejercicio leve.

Más de 23 millones de personas en los EEUUA han desarrollado COVID prolongado, tal y como ocurre en el síndrome de fatiga crónico o encefalomielitis miálgica (ME/CFS). Posterior a ejercicio las molestias se presentan a las 24 a 48 h. De 465 personas con COVID prolongado, 58% pueden categorizarse por ME/CFS, para lo que se han destinado mil millones de dólares para su estudio.

Colonospías en mayores de 75 años
(El Halabi J et al. JAMA Intern Med 2023; doi.org/10.1001/jamainternmed.2023.0435)
Muchas colonoscopías se realizan en personas con pobre supervivencia y no se recomienda en personas con pobre esperanza de vida (<10 años).

En estudio realizado en la Cleveland Clinic, que incluyó a 7067 personas de 75 años o mayores (promedio de edad 78), con 2 co-morbilidades, el 30% delas colonoscopías se llevaron a cabo en individuos entre 76 a 80 años con pobre esperanza de vida, y en 71% y 100% en personas de 81 a 85 y en mayores de 85 años, respectivamente.

Los adenomas incrementaron con la edad de 5.4 % entre aquellos de 76 a 80 años a 10% en mayores de 85 años. Se identificaron 15 personas con cáncer invasivo, de las cuales 9 tenían pobre esperanza de vida y sólo 1 paciente recibió tratamiento.

Los hallazgos o eventos adversos identificados por colonoscopía aumentan con la edad y las personas con esperanza de vida menor a 10 años, tuvieron el doble de tales hallazgos.

Los estudios colonoscópicos de escrutinio en personas mayores de 75 años con pobre esperanza de vida y con riesgo de complicaciones, pudieran ser innecesarios.