Durante el fin de semana pasado cundió el pánico en EE. UU.
Las dos fisuras que trataré de comentar, son las recientes quiebras de importantes bancos en Estados Unidos (EE. UU.) y las manifestaciones de antiguos miembros del Ejército mexicano, sus familiares y sus amigos, que se llevaron a cabo durante el pasado fin de semana en muchas ciudades del país. A primera vista, parece como si estos sucesos sociales, acontecidos en dos países diferentes y en ámbitos tan diferentes como el mundo de las finanzas y las fuerzas armadas, nada tuvieran en común.
Pero, vámonos poco a poco. Atengámonos a los decisivos descubrimientos de Friedrich Hegel habló de la concatenación universal y de la caducidad de todo lo existente y que, por eso, fue repudiado por las clases poderosas de su época que influyeron para que se le enterrara apresuradamente y ni siquiera el rector de la universidad donde el genio enseñaba se apareció en su funeral, solo fueron unos cuantos familiares y amigos que, se cuenta, no llegaban a diez. En fin, apoyado en esos conocimientos que la realidad confirma a cada segundo, digo que los fenómenos mencionados tienen mucha relación.
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Durante el fin de semana pasado cundió el pánico en EE. UU. porque se supo de la quiebra del denominado Silicon Valley Bank, en tamaño, el banco número 16 en ese país; y poco después se supo que la quiebra arrastraba a otra institución financiera, ciertamente más pequeña. Digo que cundió el pánico porque, aunque se hicieron esfuerzos en los medios de comunicación por minimizar el problema y controlar los daños, el caso ameritó un discurso del presidente Joseph Biden, en pleno domingo desde la Casa Blanca, asegurando que no había gran problema y que los ahorradores del SVB podrían retirar sus ahorros el lunes 13 (todavía, el miércoles 15, a la hora de redactar estas líneas, no queda claro si pudieron retirar la totalidad de sus depósitos en el banco o solo una parte) y que el contribuyente no asumiría las pérdidas asociadas con la resolución de cerrar Silicon Valley Bank, es decir, que el gobierno norteamericano no rescataría al banco quebrado.
Desde el año 2008, en que quebró el primer banco en EE. UU. que desataría la última (en el sentido de la más reciente) gran crisis económica en EE. UU. y en buena parte del mundo que comparte el modo capitalista de producción, no había vuelto a haber quiebras de bancos importantes y, por lo visto, ésta cogió a los más competentes analistas por sorpresa pues, apenas el 14 de febrero, Forbes había incluido al SVB dentro de su lista de los 50 mejores bancos de EE. UU.; solo gozaría de esa fama 24 días.
Hay muchas opiniones analgésicas que aseguran que la quiebra del banco no tendrá mayores repercusiones; pero, si nos atenemos a las calificaciones ya conocidas de Forbes, convendría más ponerlo en duda. Las acciones financieras mundiales, al martes 14, ya habían perdido 465 mil millones de dólares en valor de mercado. Y hay pesimismo: “se supone que EE. UU. es una economía capitalista y esto se desmorona ante nuestros ojos”, declaró el lunes Ken Griffin, fundador de uno de los mayores creadores de mercado del mundo, cita del Securities, al periódico Financial Times.
El otro suceso importante que me parece necesario tomar en cuenta para tener una idea de lo que está pasando en nuestro entorno cercano es la manifestación o, más bien, las manifestaciones en nuestro país de antiguos militares, sus familiares y amigos que, si bien no fueron muy numerosas, sí son muy significativas y se llevaron a cabo en decenas de ciudades en varias entidades. Es muy difícil saber cuándo hubo otra u otras manifestaciones de personas muy relacionadas con el Ejército y, sobre todo, que le reclamaban al Gobierno Federal, personalmente, a su Comandante en Jefe, el Presidente de la República, el mal trato que recibe el personal militar bajo el régimen de Andrés Manuel López Obrador; no obstante, importantes medios de comunicación no dudaron en calificar el hecho como “inédito”.
Los inconformes demandaban la liberación de los elementos castrenses que fueron detenidos y están implicados en la masacre de cinco civiles en Nuevo Laredo, Tamaulipas. La marcha de la ciudad de México estuvo encabezada por Rosalío López, un exmilitar, quien declaró a los medios que la marcha era “para defender los ideales del pueblo de México y del Ejército Mexicano”. Los manifestantes llevaban pancartas en las que se leía: “AMLO somos el pueblo apoyando al Ejército Mexicano”, “Libertad a los militares detenidos injustamente” y “Siempre Leales”. También salió gente a la calle en Puebla, Guerrero, Hidalgo y Michoacán.
Aclaro que no escribo ni para exculpar ni para señalar ni al personal militar ni a los civiles muertos, todas las muertes violentas son muy lamentables, solo señalo la protesta y agrego que los familiares y amigos de los militares se mostraban muy inconformes porque en esta administración se manda a los soldados a tirar abrazos y no balazos.En fin, resumidamente, ahí tenemos dos hechos graves. La quiebra de los bancos en EE. UU., instituciones en las que su supone que el dinero de los ahorradores está superseguro y que, por tanto, el derrumbe de uno de los grandes o medianos es alarmante y, en el pasado reciente, ha precedido a un verdadero cataclismo económico y, por el otro lado, está la protesta de numerosos ciudadanos relacionados con el Ejército, organismo institucional, si los hay, que desde hace muchos años no se permite a sí mismo ningún cuestionamiento de ningún tipo al Presidente de la República y a la política –de la que sea– que se decide a instrumentar. Dos vigas maestras fundamentales del gran sistema de la ganancia –que es el mismo en EE. UU. y en México– que presentan fracturas significativas.
¿Qué pasa? Pasa que el funcionamiento del modelo económico en vigor tiene efectos muy indeseables y, al mismo, tiempo, muy incontrolables para sus beneficiarios. La aceleradísima maquinización, que causa una gran desocupación de mano de obra, trae como consecuencia, por una parte, una tendencia decreciente de lo que se llama la tasa media de ganancia y, por otra parte, una disminución drástica de los consumidores que están en posibilidades de ejercer una demanda efectiva, o sea, respaldada con dinero, de bienes y servicios.
¿Y cómo ha reaccionado el capital para reponerse? Explotando más a la fuerza de trabajo y subiendo precios. El aumento de los precios no tiene en última instancia una causa monetaria, se origina en la esfera de la producción. Pero los bancos centrales o se equivocan o fingen que se equivocan y deciden “combatir” la inflación con medidas monetarias: aumentando las tasas de interés (me inclino porque fingen que se equivocan, porque sus medidas significan inmensas ganancias para los bancos que de la noche a la mañana incrementan enormemente los ingresos que les reportan sus deudores). Gran negocio, mientras los deudores puedan pagar las deudas incrementadas por el interés; ¿y cuándo ya no pueden?, quiebran los bancos; como el Silicon Valley Bank.
Ese mismo capital, ese que produce desocupados y pobreza, acaba por arrojar a los pobres a la vagancia y a la delincuencia, unos a la gran delincuencia y otros a la delincuencia en menor escala. Para contener su inconformidad y su rebeldía, como se hizo desde el México colonial, se provoca el alcoholismo y la drogadicción; y esas mismas lacras se convierten en grandiosos negocios a donde migra el capital en apuros. El sistema crea y acrecienta la delincuencia que desborda y corrompe a los organismos de seguridad; luego se llama al Ejército, que no tiene funciones de seguridad interior, y surge y aumenta su irritación. Y quién sabe hasta dónde pueda llegar. Es, pues, el capital el que está provocando las quiebras de los bancos, es el capital el que somete a las fuerzas armadas a realizar tareas que no son de su competencia. Es el capital en crisis. Es el signo de los tiempos.