Segunda y última parte
Todos los mexicanos del Movimiento Antorchista, además de que el propio presidente de la República se burló del nombre de su organización, no sólo se les señaló públicamente como delincuentes (“Ya está demostrado que cuando hay intermediarios no llega la ayuda o llega con moche”; ¿Quién? ¿Dónde? ¿Cuándo lo demostró con respecto a los antorchistas?), se les condenó al odio público y, por tanto, al inminente peligro a su integridad física y hasta a la pérdida de su vida.
En esta agresión a mexicanos organizados en pleno uso de sus facultades legales, nunca se presentó ninguna prueba. “La calumnia, cuando no mancha, tizna”, gusta decir el presidente.
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En el complejo y abrumante mundo de la información en medios escritos, multimedia y digitales, las noticias falsas (fake news) suenan muy novedosas, por eso se comparten; se distribuyen seis veces más rápido y son 70 por ciento más retuiteadas que la verdad. Frente a ellas se debe actuar con escepticismo, sostuvo la investigadora turca Serap Kurbanoglu” (La Jornada. 27 de febrero).
¿Y qué defensa legal tienen los agredidos? ¿Quién o qué leyes protegen sus derechos a organizarse de manera lícita y a ser juzgados y sentenciados individualmente en caso de cometer delitos? ¿Qué ley y quién castiga a los agresores? Ninguna ni nadie en nuestra vida democrática. No hay defensa eficaz del derecho fundamental y humano de organizarse conforme a la ley para defender pacíficamente derechos, para presentar peticiones y quejas ante la autoridad.
Los agredidos tienen que buscar la forma de dirigirse a todos aquellos que se han enterado de las calumnias y las acusaciones no demostradas, al pueblo de México entero, para dar a conocer su verdad, con sus magros recursos publicitarios que, nunca, ni en sueños, se equiparan con los recursos propagandísticos y económicos de los que disponen quienes conculcan desde el poder público sus derechos.
Esas son deficiencias de nuestro sistema de derecho, son graves carencias de nuestra vida democrática. Reconozcámoslo. Se permite la organización lícita, pero no hay ninguna arma jurídica para defenderla eficazmente cuando se le embiste arteramente desde el poder público. Ahora somos nosotros, mañana, quién sabe.
Termino declarando sin ambages que, no obstante, las carencias que todavía tiene nuestra democracia, como se demuestra por la impunidad para denostar y calumniar a las organizaciones sociales que son parte sustancial de nuestras libertades democráticas, las leyes electorales y los organismos a los que sustentan, nos han permitido tener en los últimos años, elecciones pacíficas y sin grandes confrontaciones.
Estamos muy de acuerdo con la defensa de la democracia actual, con la defensa del INE, todos los mexicanos en lucha cuentan con nuestro modesto apoyo. Pero no nos conformamos, estamos plenamente convencidos también de que el pueblo mexicano necesita más, mucha más democracia que contribuya poderosamente a que conquiste la vida mejor que merece y que tanto necesita.