(Carter CS & Dantzer R. Comprehensive Psychoneuroendocrinology 2022; 11: 100151; Carter CS. Comprehensive Psychoneuroendocrinology 2022; 9: 100107)
Hay evidencia que soporta la noción de que los humanos experimentamos experiencia emocional y psicológica como “amor”, con bases ancestrales.
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Vivimos en mundo incierto inundado por miedos y tratando de sobrevivir; el miedo puede ser protectivo como para todo organismo viviente que se anticipa a defenderse contra el daño, con datos incontrovertibles de miedo, ansiedad y vigilancia como respuesta primitivas. Sin embargo, el exceso de miedo y ansiedad puede ser enfermizo, catastrófico y potencialmente letal.
Tenemos conexiones selectivas resultantes de percepciones de seguridad con conductas que definen al amor y se puede emplear como medicina. Algunos seres humanos tienen mayor proclividad y capacidad amplia para regular sistemas endocrinos, autonómicos e inmunes que evitan procesos mórbidos e inflamatorios, con capacidades antioxidantes; la oxitocina tiene propiedades bioquímicas paralelas a esas del amor.
En general, el amor, es el resultado de la activación de estructuras del sistema límbico, con cambios en neurotransmisores, con aumento de niveles de monoamina y disminución de concentraciones de serotonina, subsecuentemente con neurotrofinas y participación de oxitocina y vasopresina. Estas dos últimas, liberadas bajo condiciones de demandas agudas que incluyen el orgasmo, eyaculación, nacimiento, ejercicio intenso, dolor y trauma graves.