Casi todos padecemos de dolor de espalda en algún momento, aunque en la mayoría de los casos no es de gravedad.
En las sociedades desarrolladas, el dolor de espalda ha adquirido los rasgos propios de una epidemia y se considera unos los problemas de salud más relevantes. Afecta a más del 80 % de la población en algún momento de su vida.
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Para entender mejor este concepto debemos hacer distinciones oportunas, ya que ese tipo de molestias reciben un nombre diferente según la parte de la espalda donde se experimenten.
Los términos están formados uniendo el sufijo algia (que significa dolor) a cada una de las regiones vertebrales. Así, tenemos la cervicalgia, cuando afecta a la zona cervical (cuello); la dorsalgia, si duele la región dorsal; y la lumbalgia, en la parte más baja.
Es habitual encontrar estas palabras en multitud de informes clínicos, pero realmente no corresponden a un diagnóstico: simplemente, estamos indicando que hay dolor en un región concreta.
1. ¿Cuándo tiene que preocuparnos?
A pesar de que casi toda la población padecerá dolor de espalda en algún momento de su vida, afortunadamente no reviste gravedad en la mayoría de casos. En un gran porcentaje, disminuye al mes de iniciarse.
Los fisioterapeutas y médicos utilizan la expresión “banderas rojas” (traducción del inglés red flags) para aquellos signos y síntomas que podrían delatar una enfermedad grave en la columna u otra parte del cuerpo.
2. ¿Influye la manera de afrontarlo a su evolución?
Los factores psicosociales, llamados “banderas amarillas”, son fundamentales para que el dolor se prolongue durante mucho tiempo. Es decir, que se vuelva crónico.
Algunos ejemplos de banderas amarillas son: adoptar una actitud negativa (debemos tener presente que mucho dolor no es sinónimo de lesión grave o incapacidad); dejar de realizar actividades físicas por miedo a las molestias o a que empeore el problema (la llamada kinesiofobia); pensar que los tratamientos pasivos son mejores que el ejercicio; y enfrentarse por añadidura a problemas sociales, familiares o financieros.
3. Si me duele la espalda, ¿deberían hacerme una radiografía?
Es una decisión que debe ser tomada por el médico, porque las radiografías no son inocuas. A partir de los 50 años resulta normal padecer procesos degenerativos en la columna o alteraciones en los discos intervertebrales, pero también lo sufren personas sin molestias.
Al final, el diagnóstico de esos achaques mediante pruebas de imagen contribuye a sobremedicalizar a los pacientes y a aumentar el número de bajas laborales.
La Asociación Internacional para el Estudio del Dolor indica que el dolor es inespecífico (no puede asociarse a un problema concreto) en el 85% de los casos. Por eso, las radiografías se suelen usar cuando existen banderas rojas.
4. ¿Cuáles son los mejores ejercicios para combatirlo, según la ciencia?
Considerando todas las opciones disponibles, desde actividades específicas para una zona a ejercicios para todo el cuerpo, es difícil realizar un resumen sin dejar fuera información relevante. El o la fisioterapeuta lo prescribirá en función de las necesidades y patología de cada paciente.
En la lumbalgia de larga duración, la red internacional de expertos Colaboración Cochrane indica que el ejercicio terapéutico es más eficaz que otras intervenciones o tratamientos, pero ningún programa demuestra una clara ventaja frente a otros.
No obstante, algunas publicaciones recientes sí se aventuran a proponer el Pilates y los ejercicios del método McKenzie (que se focalizan en movimientos de extensión de espalda) como destacables para aliviar el dolor lumbar.
5. ¿Puedo hacer deporte después de haberlo sufrido?
El sedentarismo, gran enemigo de nuestra salud en general, favorece que el dolor de espalda se alargue y genere mayor discapacidad. Por eso, el reposo debe estar debidamente justificado y limitarse al tiempo mínimo posible.
No se ha demostrado que la práctica deportiva (de ocio o de competición) haga reaparecer el dolor de espalda. Más bien favorece que los beneficios del tratamiento de fisioterapia se mantengan, siempre que se regulen la intensidad y la duración.
De cualquier modo, deberemos escoger la disciplina adecuada y contar con el asesoramiento de un experto. Es el caso de la natación, cuya práctica debe ser supervisada si nos decantamos por el estilo mariposa. En ciclismo debemos ajustar la posición en el sillín para mantener una postura adecuada.