Estamos provocando un paréntesis mudo de la arquitectura potosina.
El siglo XX, en un contexto saturado de cambios a nivel mundial, la arquitectura mexicana no tenía por qué quedarse al margen. Por el contrario, en México fue, además de un valioso instrumento de desarrollo, un insumo significativo en la configuración de una identidad nacional.
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Desde los inicios del siglo pasado las tendencias arquitectónicas y artísticas en México fueron objeto de constantes cambios en cuanto a su expresión, haciendo a un lado, paso a paso, las influencias extranjeras y dando comienzo a un proceso muy claro con marcados rasgos nacionalistas.
Expresiones artísticas mexicanas de todo tipo vieron en el siglo XX el escenario perfecto para surgir, permanecer y cimentar una nueva identidad social, quedando plasmada en importantes obras como los murales temáticos de Diego Rivera, José Clemente Orozco y David Alfaro Siqueiros, entre otros.
Fue el siglo de la interminable lucha, hasta el momento viva, por una democracia y el acomodo de sus poderes; del voto de la mujer, de una noche en Tlatelolco, de un Nóbel de Literatura y de un Pritzker de Arquitectura mexicanos y porque no decirlo, el siglo de Comala el de Pedro Páramo.
San Luis Potosí no se quedo atrás en esa configuración de una identidad nacional. Los murales de Fernando Leal en el Teatro de la Paz (1949) y en el Museo del Ferrocarril (1943) son muestra de ello. También existieron o existen en la ciudad obras de arquitectura particulares y públicas como reflejo de esos cambios del siglo XX, obras que, al desamparo de una ley fueron demolidas o bien, modificadas sin el menor tacto.
La intervención de las autoridades es determinante para no solo regular sino motivar a los propietarios de las construcciones con cierto peso histórico y que corresponden a la primera mitad del siglo XX (las del IXX hacia atrás están resguardadas por el INAH).
Para esto, es necesario crear esquemas de conservación y mantenimiento de las mismas con los apoyos necesarios ya sea en obra física o con ciertos beneficios fiscales, así como la implementación y vigilancia de los Usos del Suelo específicos para esa categoría de edificaciones e incluirlos en un catálogo que aplique en consecuencia y directamente en el supuesto caso de demolición o modificación.
¿Qué pasara con todas esas obras del siglo XX que son vulnerables a la extinción en pro de nuevas inversiones o al abandono? Estamos provocando un paréntesis mudo de la arquitectura potosina y tendremos que pasar del siglo IXX a los siguientes sin esos testimonios de nuestra historia.
Pero la arquitectura en San Luis Potosí no solo fue testigo de esa reconstrucción social después de la revolución mexicana, además la ciudad tuvo que lidiar de una manera obligada, como en el resto del mundo, a la constante convivencia con la máquina. El automóvil fue un elemento que obligó el trazo y desarrollo de las ciudades al grado de otorgarle más importancia a los automóviles dejando de lado al peatón.
Ya se contemplaba en LA CARTA DE ATENAS, manifiesto redactado en el IV CONGRESO INTERNACIONAL DE ARQUITECTURA MODERNA a bordo del Paris II en 1933 en la ruta Marsella-Atenas-Marsella y publicado en 1942 por Le Corbusier: “El advenimiento de la era del maquinismo ha provocado inmensas perturbaciones en el comportamiento de los hombres, en su distribución sobre la tierra y en sus actividades mismas; movimiento irrefrenado de concentración en las ciudades al amparo de las velocidades mecánicas; evolución brutal y universal sin precedentes en la historia. El caos ha hecho su entrada en las ciudades…las nuevas velocidades mecánicas han transformado el medio urbano al introducir en el un peligro permanente, al provocar el embotellamiento y la parálisis de las comunicaciones y al comprometer la higiene”.
Entiendo que cuando se planeó la zona universitaria no existía en aquel entonces la conciencia de que en el futuro sería un problema vial. En ese entonces, al menos aquí en San Luis, la eficiente movilidad no era tendencia a considerar. Pasaron los años, varios, y no logro comprender por qué se autorizaron en el cruce de Av. Salvador Nava y Manuel Clouthier: Wall-Mart, Sam’s, Costco, Home Depot, Office Max Plaza Citadella, Hampton Inn (ya con Plaza Tangamanga funcionando en ese entonces) en un radio no mayor a un kilómetro y provocando en consecuencia uno de los nudos mas saturados de la ciudad.
Desgraciadamente no hemos aprendido nada.
@barrerArq