Las civilizaciones de la época medieval se vieron obligadas a enfrentarse con desafíos extremos y misteriosos que, al día de hoy, la ciencia no logró desentrañar. Uno de los sucesos más extraños que se vivió, ocurrió en 1518 en Estrasburgo: la epidemia del baile
Decenas de investigadores intentaron arrojar luz sobre los secretos que envuelven lo ocurrido en la otrora ciudad del Imperio Romano, aunque sin éxito alguno. Todo comenzó con una sola mujer. En julio de aquel año, una señora salió de su casa y comenzó a bailar en la calle del pueblo sin motivo alguno. Solo bailaba. Lo que nadie sospechaba es que ese insignificante acto conduciría a uno de los grandes enigmas de la Europa medieval que, luego de 500 años, sigue sin explicación.
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En aquella tarde de julio, pasaron minutos y horas y la señora no se detenía. La protagonista continuó por varios días bailando en soledad, hasta que un grupo pequeño de personas se sumó a sus extraños pasos. Según la reconstrucción de John Waller, autor del libro A time to dance, a time to die (Un tiempo para bailar, un tiempo para morir) ninguno podía detenerse, “era como si el cuerpo se moviera solo y danzara sin razón”.
Al cabo de siete días, más de 100 personas fueron inducidas en ese estado y bailaban en lo que parecía una especie de ritual. Las autoridades del momento comenzaron a preocuparse por la actitud de los ciudadanos pero los médicos y especialistas consultados en aquél momento sospecharon que simplemente se detendrían.
Sin las herramientas ni las posibilidades que la tecnología ofrecería años después, los pocos estudios que pudieron hacer los expertos de la época fueron en vano.
En cuestión de días, las personas más frágiles comenzaron a morir. Según los cálculos del alquimista que relató los acontecimientos, Paracelso, para fines de agosto, en casi un mes de danzas, alrededor de 400 ciudadanos entraron en un estado de lo-cura y comenzaron a morir. La mayoría falleció como consecuencia de infartos, derrames o agotamiento.
“La medicina de la época tenía más herramientas para tratar dolencias individuales que comportamientos colectivos bizarros como este.
La esfera de lo que hoy llamaríamos psiquiatría era limitadísima. Ante la falta de conocimiento de las causas que provocaban los comportamientos asociados a la locura, los especialistas de la época tendían a recurrir a explicaciones genéricas como el castigo divino, el accionar del demonio o sus agentes, la influencia de los astros, etc.”, desarrolló Fabián Campagne, especialista en Historia Moderna y profesor del Instituto de Historia Antigua y Medieval, en diálogo con LA NACIÓN.
Las familias más pudientes de Estrasburgo extendieron sus lazos y, aterradas, elevaron sus consultas a médicos de ciudades aledañas que, al igual que los especialistas locales, diagnosticaron que padecían un “recalentamiento de la sangre”. Ante tal cuadro, recomendaron que la enfermedad se curaría bailando.
Por esto, las autoridades llevaron a la población danzante que seguía actuando día y noche a salones, contrataron músicos para mantener la melodía sonando durante las 24 horas y a otros bailarines para sostener y levantar a quienes se caían del agotamiento. Así, construyeron un escenario en un viejo mercado para expulsar al mal que los poseía.
En este sentido, el historiador Campagne señaló: “Cuando la medicina del período no encontraba respuestas a determinadas dolencias, la conclusión inmediata era que el origen no tenía carácter natural. Si los médicos no podían tratar o curar una enfermedad, se pensaba que ello se debía a que su origen estaba en la divinidad o en el diablo.
Todo tenía el objetivo de aplacar a la divinidad y obtener el perdón de los pecados que estaban en el fundamento de las desgracias que se padecían, entre ellas, las enfermedades”.
Los días pasaron y las muertes a causa del baile hicieron que la enfermedad se convirtiera en epidemia. Asustados y sin más opciones viables, los bailarines fueron llevados en vagones a la capilla de San Vito, en el pueblo de Saverne. Quienes gobernaban Estrasburgo creyeron que podía tratarse de un castigo divino. Al mismo tiempo, decretaron la prohibición del baile y de la música hasta que la enfermedad se erradicara.
Según se relata en la crónica de Paracelso, muchas personas más fallecieron en el lugar, pero muchos otros sobrevivieron reposando en el sitio sagrado. “Su mal cesó descansando a la sombra del santo”, escribió el autor, indicando que la epidemia del baile finalizó para septiembre.
Explicaciones sobrenaturales y la histeria colectiva
A lo largo de la historia, muchas teorías intentaron arrojar luz a este extraño y siniestro acontecimiento. Una de ellas explica que las personas ingirieron sin querer un hongo psicotrópico que crece en los tallos de centeno llamado Claviceps purpurea.
Esta sustancia puede generar delirios y alucinaciones pero, al mismo tiempo, corta el suministro de sangre en las extremidades del cuerpo. Por este motivo los expertos desecharon esta hipótesis, ya que su consumo habría impedido que bailaran durante tanto tiempo hasta morir.
A su vez, otros historiadores postula-ron la teoría de una histeria colectiva. En aquellos años, Estrasburgo tenía una población muy dividida y con grandes diferencias sociales y económicas entre los ricos y los pobres. Las clases más relegadas sufrían hambruna y enfermedades, que podrían haber generado una desesperación espiritual.
“La sociedad europea del Renacimiento, en particular, era un mundo de escasez y por eso se vivía siempre al borde de la catástrofe. Los rendimientos agrícolas eran bajísimos por las limitaciones de la tecnología. Bastaba con que la coyuntura climática fuera especialmente severa un año para que los precios del grano, de la harina y del pan subieran exponencialmente”, sostuvo Campagne y añadió: “Amén de la peste y del hambre, el tercer jinete del apocalipsis en aquellos tiempos era la guerra, que se fue tornando más violenta y destructiva con el paso de los siglos. Europa experimentó una revolución militar en los siglos XVI y XVII”.
Partiendo de esta premisa, John Waller y la antropóloga Erika Bourguignon postularon que, a comienzos del siglo XVI, Europa estaba atravesando una profunda crisis. Debido a una serie de fuertes inviernos y veranos muy calurosos en 1517, las cosechas fueron catastróficas y generaron graves faltantes de alimentos y víveres.
Además, se vivían épocas de fuertes dilemas religiosos a partir de la Reforma Protestante, encabezada por Martín Lutero y Juan Calvino, que se revelaban contra las malas prácticas y los abusos que ocurrían en el seno de la iglesia católica. A todo esto, los historiadores sumaron que la sociedad debió luchar contra graves enfermedades como la peste que, debido las poderosas creencias de la época, se sospechaba que eran producto de un castigo divino.
La Reforma fue uno de los puntos más destacados por los especialista que estudiaron la epidemia del baile y Fabián Campagne, quien también se refirió al respecto: ”Fue uno de los procesos más originales de la historia europea. Por primera vez después de 1200 años, se produjo una ruptura de la unidad religiosa en Europa Occidental. A partir de 1517, en cambio, a lo que asistimos es a un quiebre religioso definitivo al interior del mismo espacio de civilización”.
Al mismo tiempo, el especialista en Historia Moderna hizo hincapié en la importancia que aquellas civilizaciones le otorgaban a la religión: “Ocupaba un lugar centralísimo en la vida privada y pública de las personas.
Por lo tanto, todo proceso de cambio que implicara transformaciones profundas en la esfera de las creencias y prácticas religiosas generaba mucha angustia en la población. Cuando la Iglesia entraba en crisis era inevitable que estallara una crisis de consciencia generalizada. La religión era una de las estructuras que otorgaba estabilidad emocional”.
En este contexto casi apocalíptico, el miedo y la miseria se extendía sin límites entre las personas de Estrasburgo. Así se generó un pánico colectivo que, según los autores, los ciudadanos encontraron en el baile una forma de expresión. Waller y Bourguignon, postularon la teoría de “ambiente de creencia”, donde explicaron que, inmersos en una profunda crisis y sin un atisbo de esperanza en sus horizontes, los ciudadanos se tomaron en serio la posesión espiritual. Por eso entraron en “un estado de disociación cognitiva y su consciencia quedó desactivada”.
Como los ciudadanos eran fieles seguidores de San Vito y afirmaban que tenía el poder de controlar sus mentes, creyeron que, a modo de castigo, él les había lanzado la maldición. Incrementado por la falta de comida y pésimas condiciones de vida, se podría haber generado el estado de trance que los autores destacan en sus publicaciones.
Finalmente la plaga del baile se extinguió por el mes de septiembre y las creencias sobrenaturales sobre sus causas perduraron durante mucho tiempo. Cientos de años después, especialistas de diversas áreas estudiaron los extraños sucesos ocurridos en Estrasburgo en 1518 y, en la actualidad, esta teoría es la más avalada por la comunidad científica.
A su vez, Campagne brindó su punto de vista en diálogo con LA NACIÓN: “No tengo hipótesis sobre estos fenómenos más allá de las que identifica Waller, dado que no lo conozco en profundidad. De manera intuitiva, subrayaría algo obvio: el carácter imitativo de esta clase de comportamientos colectivos que se desarrollaban en la plaza pública y en otros espacios donde la cantidad de testigos y público, era muy importante en aquellos años. No hay dudas de que se trata de comportamientos sociológicos de base imitativa”.
El episodio ocurrido hace 500 años dejó cientos de muertos en las calles de Estrasburgo y, aún hoy, la comprensión de estos fenómenos de histeria colectiva sigue siendo uno de los grandes desafíos de la psicología y de la medicina. Así, a pesar de las teorías que surgieron y de los hechos que se pudieron corroborar, la epidemia del baile sigue siendo uno de los grandes misterios de la época medieval europea.