Una investigación publicada en la revista Nature reveló que la sangre de estos insectos contiene anticuerpos de la persona o animal del que se alimentó por última vez.
Aunque los mosquitos son molestos y pueden transmitir enfermedades, sus picaduras son indicios valiosos para la ciencia, ya que ayudan a encontrar evidencia sobre infecciones en personas o en animales de los que se han alimentado.
Un artículo de la revista Nature reunió una serie de investigaciones que ponen en valor la función de la sangre que los mosquitos obtienen al picar.
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Los científicos dicen que el enfoque presentado en la conferencia de enfermedades infecciosas que se desarrolló recientemente en Malasia podría usarse para estudiar la exposición de humanos y animales a una variedad de patógenos y evitar los problemas éticos y prácticos asociados con probarlos directamente sobre ellos.
“Este es un enfoque nuevo y emocionante que demuestra formas innovadoras de usar nuestro entorno para aprender más sobre el impacto de la infección”, indicó Shelley Bolotin, especialista en vacunas de la Universidad de Toronto en Canadá, al ser consultada por dicha revista científica.
“También podría ayudar en la detección temprana de enfermedades como el Ébola y el SARS-CoV-2 en animales -precisó Niels Verhulst, quien estudia patógenos transmitidos por insectos en la Universidad de Zúrich, Suiza-. Y podría ayudar a los científicos a identificar el huésped animal del nuevo virus”.
Estudios previos habían identificado la exposición precedente a patógenos analizando la sangre en busca de anticuerpos, marcadores de infecciones que pueden haber circulado en la sangre durante meses o años de animales huéspedes específicos.
El método utilizado por Carla Vieira, ecologista de enfermedades del Instituto de Investigación Médica QIMR Berghofer en Brisbane, Australia, detectó anticuerpos en la sangre de una variedad de animales y humanos.
Vieira se centró en el virus del río Ross, una enfermedad potencialmente debilitante transmitida por mosquitos que es endémica de Australia y las islas del Pacífico Sur.
El equipo de trabajo de Vieira capturó alrededor de 55.000 mosquitos en los parques de Brisbane en 2021 y 2022. De los que habían comido recientemente, exprimieron un par de mililitros de sangre y la analizaron en busca de anticuerpos que pudieran unirse al virus del río Ross.
En los resultados preliminares presentados en el Congreso Internacional sobre Enfermedades Infecciosas en Kuala Lumpur el 20 de noviembre pasado, Vieira informó que 480 mosquitos atrapados poseían sangre. Más de la mitad de ellos provenientes de personas, alrededor del 9% de vacas y el 6% de canguros y otros animales.
De las 253 muestras humanas, más de la mitad tenían anticuerpos contra el virus del río Ross, “una población realmente grande”, indicó la especialista. Alrededor de las tres cuartas partes de las vacas y los canguros también mostraron signos de exposición en el pasado.
Una picadura histórica
En un estudio separado publicado a comienzos de año, Verhulst y sus colegas ya habían encontraron anticuerpos contra el SARS-CoV-2 y el parásito toxoplasma gondii en la sangre que habían ingerido esos los mosquitos de los animales, incluidos alpacas y gatos.
En teoría, este enfoque podría usarse “para casi cualquier patógeno que provoque una respuesta inmune en su huésped”, declaró Carl Lowenberger, entomólogo y parasitólogo de la Universidad Simon Fraser en Vancouver, Canadá.