Mitos, verdades, y algunos datos curiosos de la Navidad

Checa algunas mentiras, algunas realidades que desconocías, y otros de los datos más increíbles de la Navidad.

Mucho de lo que celebramos y conocemos por la Navidad es una construcción cultural, una mezcla de tradiciones locales, legados históricos y aportaciones religiosas que se han edificado a lo largo de siglos.

La historia misma se divide en dos eras, una previa al nacimiento de Cristo, y una posterior, que es la que actualmente nos corresponde.

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La Navidad como la conocemos, está definida en gran medida por la tradición judeocristiana de Occidente, un tanto más por la efectiva campaña propagandística y económica de los Estados Unidos a lo largo del siglo XX, y un poco más por la cultura local de los diversos países donde se celebra.

De modo que, en cada contexto, es única. Sea cual sea la versión, no cabe duda que la Navidad es una de las celebraciones más queridas a lo largo del mundo, y una de las más esperadas cada año.

¿Jesús nació el 25 de diciembre?

La tradición cristiana heredada de Occidente nos relata que Jesús nació una madrugada en Belén, después de un largo peregrinaje en el que sus padres, José y María, tocaron de casa en casa pidiendo posada, hasta que les fue concedido un pesebre raquítico donde María dio a luz entre la paja y los bufidos de los animales.

Si bien la Navidad posiciona este nacimiento el 25 de diciembre, en ninguna parte de la Biblia se menciona la fecha específica en la que Jesús vino al mundo, lo que a lo largo de los siglos ha generado debates intensos entre los teólogos y los científicos.

Lo cierto es que esto corresponde al sincretismo que adquirió el cristianismo con la mitología grecoromana después de que el primero fuera adoptado como la religión oficial del imperio.

Esto aconteció bajo el mandato de Constantino, alrededor del año 300, cuando se detuvo la persecución de cristianos puestos a disposición del apetito de los leones, y Cristo sustituyó a los innumerables dioses del panteón romano.

En el imperio se celebraba el fin de año con las fiestas “saturnales”, en honor al dios Saturno, fiesta que a su vez estaba relacionada con el ciclo del sol, la renovación, y donde además se daban regalos.

De acuerdo con la BBC, “Ya en el siglo IV se dejó todo por escrito: entre los años 320 y 353, el papa Julio I fijó la solemnidad de Navidad el 25 de diciembre, tal vez como una estrategia para convertir a los romanos”.

El resto de la historia hizo lo suyo, y se instituyó así el nacimiento de Cristo en una fecha específica, y la Navidad como tal.

La Noche Buena: Mexicana, pero con patente gringa

En las postrimerías de cada año, la tradicional flor de Noche Buena hace su aparición indiscutible en las casas de los mexicanos.

Con su flor de un rojo característico, y sus racimos largos y verdes, su misma paleta de tonalidades dulces remonta a las melancolías navideñas y a los fríos grises de enero.

No obstante, su uso extensivo y asociado a las fiestas decembrinas no es resultado de la inspiración de los mexicanos, ni de un orgullo repentino por una flor que había estado siempre.

Joel Robert Poinsett, embajador de México en los Estados Unidos en el huracanado siglo XIX, no sólo se encargó de las maniobras políticas que terminaron con la pérdida de Texas, Nuevo México, y la Alta California.

En sus muchos andares por México, quedó fascinado con la belleza de la flor Cuetlaxochitl, que ya aparecía en antiguos códices mexicanos, que en náhuatl significaba “flor que se marchita”, y que según los mexicas simbolizaba la pureza y valentía de los guerreros muertos en batalla.

Poinsett las vio con ojos distintos. Llevó consigo varios ejemplares de Cuetlaxochitl a Estados Unidos, las expuso para fascinación de los gringos en una feria de Filadelfia, y las patentó bajo su la intransigencia de su apellido.

Alrededor del mundo, a la Noche Buena se le conoce como Poinsettia. Finalmente, Estados Unidos la comercializó para siempre como la flor de la Navidad, tradición con la que continuamos hasta el día de hoy.

Santa Claus

Papá Noel, o Santa Claus, es también una tradición occidental cuyo origen se remonta a Europa, su folklor local, y algunos mitos nórdicos.

La leyenda se cimenta con la realidad de San Nicolás de Bari, obispo de Mira, y de quien se cuenta que tenía una generosidad sin límites, y que todas sus pertenencias las repartía entre los pobres. Además, era patrono de los niños y los jóvenes.

Esto, de acuerdo con el Vaticano, “ha dado origen a la tradición infantil de la espera de los regalos: la vigilia de la fiesta del santo, los niños dejan zapatos o calcetines sobre una silla o junto a la chimenea, y se van a dormir confiados en que a la mañana siguiente, los encontrarán llenos de dulces y regalos”.

La leyenda de Papá Noel ya había crecido a lo largo de los siglos, pero al final, intencionalmente o no, fue Coca-Cola la que cimentó la imagen de Santa Claus como lo conocemos hoy en día, en una efectiva campaña propagandística.

El pintor Haddon Sundblom, contratado por la empresa, se encargó de rediseñar a Santa Claus, y terminó de consolidarlo en la cultura con su hábito rojo, su sonrisa bonachona, su barriga prominente, y como un emblema inesperado de la marca de refrescos.

La tradición de Santa Claus dejando regalos a los niños en el contexto capitalista del siglo XX, llevó a que la Navidad se conviertiera en el satélite de una fecha que gira en torno al dinero, el consumo excesivo y el gasto económico impulsado por las empresas, lo que ha generado muchas críticas.

Algunos países europeos se han opuesto a la imagen del Santa Claus contemporáneo, afirmando que no es más que una tradición estadounidense que representa una amenaza para las celebraciones locales.

La Estrella de Belén y los Tres Reyes Magos

La tradición bíblica nos cuenta que los Tres Reyes Magos, Melchor, Gaspar y Baltazar, atravesaron naciones enteras, desiertos interminables y territorios hostiles buscando al hijo de Dios. Su travesía estaba guiada por el lucero de una estrella distante que resplandecía sobre el sitio exacto donde reposaba el unigénito, y que los tres Reyes seguían día y noche, sin descanso.

Los científicos han intentando encontrar una explicación racional a este fenómeno, acuñiéndolo a explosiones estelares, estallidos de supernovas, o incluso conjunciones planetarias inusuales que pudieron haberle dado al cielo nocturno un candor irrepetible. Hay quienes aseguran, incluso, que pudo tratarse del Cometa Halley, en su tránsito eterno por el universo.

Otro dato interesante es que en ningún momento se menciona en la Biblia que los reyes que fueron a mostrar su veneración al niño recién nacido fueran, en efecto tres.

Más aún: tampoco se especifica que hayan sido reyes, y mucho menos nos dan a conocer sus nombres, pero se quedaron para siempre en la tradición junto con tantas otras cosas de la historia y de la vida que conforman este sincretismo fabuloso que conocemos como Navidad.