Gerardo Ardila siempre amó el hielo y soñaba con ser un gran alpinista. Pese a tener todo en contra, decidió escalar el Nevado de Tolima, en Colombia, pero perdió la vida en el intento
Su espíritu aventurero era indeleble. Como parte del grupo de Scouts de su colegio en Ibagué, Colombia, Gerardo Ardila Beltrán se alistó un domingo para una nueva travesía: tenía en mente llegar a la cumbre del volcán Nevado del Tolima.
No iría solo; había planeado encontrarse en los alrededores del majestuoso lugar con otros amigos de la Asociación Tolimense de Montañistas.
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A todos ellos les impresionaba el volcán, ubicado a una altura de 5 mil 220 metros sobre el nivel del mar, en el que, además del cráter, hay un glaciar.
El itinerario si se cumplía sería toda una hazaña para el joven de 17 años y un metro setenta de estatura, pues pretendía subir, recorrer el parque de Los Nevados -conformado también por los del Ruiz, Quindío, Santa Isabel y El Cisne- para llegar a Pereira y, finalmente, retornar a la capital del Tolima, en donde su familia lo esperaba.
Estaba confiado porque ya había explorado la zona en ocasiones anteriores.
Para ello, había dispuesto una semana, previo al inicio de sus clases escolares. Saldría el domingo 25 de enero de 1987 y volvería el viernes 30 de enero.
Seis días para medir sus capacidades en lo que más le apasionaba: el alpinismo.
Con un equipo tal vez casero, botas, pantalón de hule, linterna, guantes, comida y los piolets, salió de su vivienda. Su familia no lo volvió a ver con vida.