Enigmas milenarios sobre la tumba de Tutankamónque todavía no tienen respuesta

En este caso, los investigadores dudan de que la posible cámara hallada sea parte de la misma KV62, o corresponda a alguna tumba vecina.
SEGUNDA Y ULTIMA PARTE

Más allá de las contradicciones sobre la existencia de una cámara o no, los científicos están seguros de que, antes de proceder a la búsqueda física de un recinto adyacente, se debe estar completamente seguros de su presencia. “Cualquier investigación física no debe apresurarse, porque cavar a través del lecho de la roca sería extremadamente difícil y perforar la pared norte de la cámara funeraria dañaría una obra de arte invaluable”, señaló el propio Reeves al citado artículo de Nature.

Las manchas sobre las pinturas en la cámara funeraria

La cámara funeraria donde yace la célebre momia de Tutankamón es el único recinto de toda la tumba que tiene pinturas en sus paredes. Las imágenes, que contienen motivos religiosos y ceremoniales, poseen una característica única, que las diferencia de las demás pinturas halladas en otras tumbas del Valle de los Reyes. Pero esta singularidad no es algo positivo, ya que se trata de una cantidad inmensa de pequeñas manchas marrones presentes a lo largo y a lo ancho de todos los murales.

Un estudio de esas manchas que publicó NationalGeographic reveló en las mismas concentraciones de ácido málico, subproducto del metabolismo de algunos hongos y bacterias, algo que confirmaría que esas pecas marrones son de origen microbiano. El crecimiento en forma de círculos, además, corroboraría que se trata de hongos.

Los arqueólogos están convencidos que el crecimiento de estos hongos tuvo que ver con el apresuramiento en la finalización de la tumba, quizás por la muerte prematura del faraón niño. Eso hizo que posiblemente se sellara la cámara mortuoria cuando la pintura no se había secado del todo. La buena noticia es que los investigadores saben que esas manchas ya no representan un peligro para la conservación de los frescos.

“Creemos que los puntos marrones surgieron porque la sellaron demasiado rápido. Había mucha humedad y aparecieron hongos. Hoy los hongos están muertos, nunca crecieron desde que Carter abrió la tumba, podemos comparar las fotografías”, señaló el arqueólogo NevilleAgnew, del GettyConservationInstitute (GCI), uno de los responsables de la restauración de la tumba para la reapertura al público, que se produjo en 2019.

En efecto, en las imágenes tomadas en los primeros días de la apertura de la cripta por parte de Carter y su equipo, se observa que las manchas están distribuidas exactamente de la misma forma que en el día de hoy. Pero, así como es verdad que los hongos muertos ya no pueden dañar las imágenes, también es cierto que las pecas marrones que salpican las imágenes están tan integradas a la pintura que resultaría imposible quitarlas sin que en el intento se dañen los pigmentos de los murales y por ende, su calidad artística.

¿De qué murió Tutankamón?

Los historiadores no se ponen de acuerdo sobre la edad en que falleció el faraón Tutankamón. Fue seguramente antes de los 20 años, pero puede haber sido a los 17, a los 18 o a los 19, dependiendo del libro que se tome como referencia. Y tampoco hay coincidencias en el momento de señalar la causa de su muerte. Un estudio de ADN de la momia del faraón realizado por Frank Rhüli, de la Universidad de Zúrich, publicado en el sitio de divulgación científica Scientific American, da cuenta de que el joven monarca padecía malaria. Aunque no se puede concluir en que ese haya sido el motivo de su deceso.

Tomografías computarizadas indicaron, a su vez, que Tutankamón tenía un raro trastorno óseo llamado “enfermedad de Köhler”, una osteocondrosis por falta de irrigación que le produjo una deformación de su pie izquierdo, que se veía con la forma de un palo de golf. Esto lo obligaba al monarca a usar bastón -se hallaron varios en su tumba- y posiblemente también haya derivado en una desviación de su columna.

Se cree que este problema óseo y un estado de salud considerado endeble derivarían del hecho de que existía un lazo de consanguineidad entre los padres de Tut. Un estudio del año 2010  del que da cuenta el diario español El País señalaba que Akenatón, el padre de Tutankamón, lo había engendrado con una de sus hermanas.

A pesar de todos estos detalles consignados acerca de la salud del joven monarca, las causas de su muerte siguen sin establecerse con seguridad. En 2005, un estudio por tomografía computarizada señaló que poco antes de su deceso el faraón había sufrido una violenta fractura del fémur, a la altura de su rodilla.

Una de las hipótesis que explicarían la partida de este mundo de Tutankamón es la que dice que está herida en su pierna, que fue expuesta, pudo haberse infectado. Eso, sumado al débil estado de salud del faraón, habría resultado un cóctel fatal. Otros especialistas no descartan que la fractura de la rodilla haya provocado una hemorragia mortal.

Tutankamón fue afectado por la malaria y sufrió una fuerte fractura en su pierna poco antes de morir, pero no se sabe si esas situaciones desencadenaron su deceso.

En 2012, un informe elaborado por HutanAshrafian, profesor y cirujano del Imperial College de Londres, y publicado en National Library of  Medicine señalaba que probablemente el faraón muriera por un ataque de epilepsia. Esto le habría producido, además, la mencionada fractura de su miembro inferior.

Esta afección, además, sería heredada de su padre. El científico fundamentó su teoría al unir varias características que presentaban Tutankamón y otros faraones de su dinastía muertos jóvenes -rasgos femeninos, alucinaciones religiosas, uso de bastón- y que podían relacionarse con una epilepsia del lóbulo temporal.

Otras teorías menos fundadas indican que el joven faraón fue asesinado, o que feneció atropellado por un carro o por la mordedura de una serpiente. Pero nada de ello ha sido corroborado aun fehacientemente por la ciencia.

La maldición de la tumba de Tutankamón

Una serie de sucesos desafortunados que ocurrieron poco después de que Howard Carter accediera a la tumba del joven faraón, fueron alimentando una supersticiosa creencia que perdura hasta el día de hoy: la de la maldición de Tutankamón.

Esta leyenda sugería -y aún lo hace- que el haber penetrado en la última morada del monarca del antiguo Egipto había despertado un maleficio que cayó sin piedad sobre los que osaron irrumpir en el recinto mortuorio a incordiar el sueño eterno del monarca.

Días después de haber arribado a la sala donde se hallaba sarcófago de Tutankamón, en abril de 1923, Lord George Carnarvon, el mecenas de la expedición de Carter en la aventura de descubrir la tumba del faraón egipcio, falleció tras haber sido picado por un mosquito.

Al parecer, al aristócrata británico se le infectó la picadura del insecto como consecuencia de un corte que se hizo mientras se afeitaba. Esto derivó en una neumonía que acabó con su vida, a la edad de 56 años.

A esta tragedia hay que sumar, en favor de la teoría de la maldición, que Carter fue picado por un escorpión durante las excavaciones y que una culebra ingresó al aposento donde dormía el arqueólogo y se comió al canario que él tenía como mascota.

Además, algunos de los empleados egipcios que trabajaban en el lugar vieron un halcón sobrevolando la tumba, que se perdía en su vuelo hacia el oeste, la dirección donde quedaba “el otro mundo”, de acuerdo con sus creencias.

Pero los hechos trágicos no acabarían allí. En septiembre de 1923, Aubrey Herbert, hermano menor de Carnarvon, que también estuvo cuando se abrió la cámara de Tutankamón, falleció de una sepsis mientras atravesaba un tratamiento experimental para tratar su temprana ceguera.

Richard Betkell, secretario de Lord Carnarvon e hijo único de Lord Westenrys, falleció de una embolia en 1929. Y meses después fue su padre quien saltó al vacío desde un séptimo piso. La leyenda cuenta que el coche fúnebre que llevaba a Westenrys a su morada definitiva, en su camino atropelló y mató a un niño de apenas ocho años.

La tumba de Tutankamón se terminó de va-ciar de objetos en el año 1930. Para entonces, le leyenda de su maldición había atravesado las fronteras de Egipto y se había instalado, con títulos sensacionalistas, en los medios de comunicación británicos y de muchos otros países.

Fue Arthur ConanDoyle, el brillante creador de Sherlock Holmes, uno de los grandes personajes que dijo creer en la maldición egipcia y que hizo mucho por difundirla.

Arthur ConanDoyle se dejó llevar por la leyenda de la maldición de la tumba de Tutankamón y fue un defensor de su existencia.

El que aparentemente pudo salvarse de la temible maldición fue el propio Howard Carter. Más allá de la picadura del alacrán y de la pérdida de su canario, el arqueólogo murió a los 64 años, víctima de un linfoma. Era el año 1939. Para ese entonces, la fama de su descubrimiento ya había alcanzado todo el globo.