Mil Máscaras, ídolo mexicano y de varias partes del mundo, considerado como una leyenda viviente de la lucha libre, fue condecorado con la Orden del Sol Naciente, Rayos Oro y Plata por parte del Gobierno de Japón.
El evento se realizó en el ring sagrado de la Arena México, donde Mil Máscaras volvió a la Catedral de la lucha libre. Estuvieron presentes el embajador de Japón en México, Sr. Noriteru Fukushima, y del Director General de PROMECOR, Sr. Salvador Lutteroth.
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El mexicano recibió la Orden por su contribución en la promoción entre Japón y México a través de la lucha libre. El ídolo fue aplaudido por la afición en un momento especial que se vivió previo a la función estelar del Viernes Espectacular.
LA PRESENCIA, UNO DE LOS LEGADOS DE MIL MÁSCARAS
Previo a su condecoración, Mil Máscaras reveló cuál es uno de los legados que le deja a la afición, a los nuevos valores y a la lucha libre en general.
“No me gusta ponerme flores, esa es la cosa. Cualquiera que tenga la oportunidad, lo que debe tener es presencia. ¿Cuál es la presencia? El físico, un gran físico bien trabajado, bien entrenado, significa mucho, sobre todo para la afición, niñas, señoras y señoritas que les encanta ver un gran cuerpo”, indicó el gladiador, que es el tercer mexicano en ser galardonado con esta Orden.
MIL MÁSCARAS AL BORDE LAS LÁGRIMAS
En un momento emotivo, Mil Máscaras recordó las palabras que le dijo su señora madre cuando empezaba a conquistar títulos: ser humilde a pesar de ser famoso.
“Si tu logras el éxito, lo logras a través de pagar el precio, pero nunca esperes la gloria ni el aplauso, simplemente cumple con los deseos y logros que puedas tener y sé humilde, no te sientas que ya eres el rey del mundo. Sé humilde siempre.
Me dijo mi madre una vez, gané un trofeíto chiquito, lo tengo encima de un escritorio mío, tocaban las niñas, era una competencia de los barrios, de los niños y venían las niñas a tocar porque querían ver mi trofeo. Entonces salí y lo presentaba, me volvía a meter, y venían a tocar, y venían a tocar los del barrio, donde yo vivía. Me dice mi madre: ‘Deja ese trofeo ahí, en su escritorio. Mantenga los pies en el piso, no se eleve, usted no es santo, los santos se elevan y tienen una aureola aquí, usted no es santo. Entre más fama más humildad, entre más dinero más humildad, entre más poder más humildad, mantenga siempre los pies en el piso, no se eleve’, mi preciosa madre”, contó con la voz entrecortada.
“Y sigo sin elevarme, tengo como mil y tantas portadas en revista, son de los EU como 180 portadas en las revistas, japonesas más de 500, ¿entonces qué? Sigo los pies en el piso, no siento nada. El día que quiera elevarme para qué, aquí estoy. La fama no sé qué sea”, agregó.