(Szalavitz M. New York Times 2022, nov 10)
En septiembre, en los Ángeles, dos niñas de 15 años sufrieron por sobredosis de fentanilo, una de ellas no sobrevivió, tras comprar lo que creyeron eran opioides que se venden con receta.
La mayoría de las muertes por sobredosis ocurren en adultos; el consumo de opioides entre adolescentes ha disminuido significativamente, pero el número de muertes por ellos se ha duplicado.
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En la era del fentanilo y otras sustancias sintéticas fabricadas de manera ilegal, el peligro que implica probar las drogas es mayor que nunca.
Si estas chicas se hubiesen tomado una sola pastilla de Percocet que es lo que creían haber comprado es poco probable que incluso la píldora con la dosis más elevada les hubiera causado la muerte.
El fentanilo callejero y sus derivados, pueden tener decenas o miles de veces mayor riesgo que la oxicodona del Percocet.
Las sustancias sintéticas que se venden en las calles suelen encontrarse en drogas que se venden como heroína o píldoras prescritas, pero a veces están presentes en las drogas “de fiesta”, como la cocaína. Esto ha aumentado de manera exponencial el riesgo de uno o dos experimentos juveniles.
Como con el debate sobre la educación sexual, hay poca evidencia de que el hecho de brindar información verídica en contexto apropiado incremente problemas.
Dada la toxicidad de la oferta de drogas ilícitas, debemos proteger las vidas de los jóvenes atendiendo los factores que causan mayor daño; hay que hablar con franqueza sobre el fentanilo. También proporcionar información sobre cómo revertir una sobredosis con el antídoto para opioides, naloxona.
Aunque la abstinencia es la opción más segura y la mayoría de los adolescentes se abstiene de consumir drogas ilícitas, también hay que otorgar información para la reducción de daños, desde el uso de pruebas para detectar el fentanilo antes de ingerir cualquier pastilla o polvo que no haya sido recetado por algún médico hasta advertencias de nunca consumir nada en solitario y tener naloxona a la mano.
Los estudiantes reconocen la gravedad del peligro y deciden que, en vista del esfuerzo que implica reducir el riesgo, no vale la pena consumir drogas. Pero para quienes no se sienten disuadidos, la esperanza es que estén armados con estrategias para protegerse.
Estos adolescentes aislados son el grupo en mayor riesgo de experimentar y caer en la adicción. Las investigaciones sugieren que quienes están en mayor riesgo de volverse adictos a menudo manifiestan temperamentos muy particulares que se pueden detectar desde la edad preescolar: por ejemplo, extrema osadía o ansiedad grave.
Estas diferencias podrían ser el reflejo de una predisposición a la inestabilidad mental, lo cual supone un riesgo más elevado de sufrir farmacodependencia.
Otro factor de riesgo frente a la adicción es experimentar un trauma en la infancia, sobre todo el trauma repetido, el abandono y la pérdida a temprana edad.
Al intervenir a edades tempranas, se busca impedir que las predisposiciones se conviertan en trastornos y evitar el deseo de recurrir a las drogas para automedicarse; lecciones de autorregulación y habilidades para sobrellevar la adversidad tienen efectos duraderos, a diferencia de los que solo se enfocan en rechazar las drogas.
“El objetivo es retrasar el inicio y reducir la experimentación, así como disminuir el consumo excesivo y frecuente”, a través de programa escolarizado que usa una prueba de personalidad para orientar a los niños a talleres relevantes para ellos, pero sin etiquetarlos; a los adolescentes solo se les invita a participar en seminarios que les muestran maneras de optimizar sus temperamentos individuales.
Los adolescentes con niveles más altos de desesperanza son más propensos a consumir drogas para subirse el ánimo, aunque no tengan depresión diagnosticable.
El programa PreVenture comparte técnicas cognitivo-conductuales que pueden ayudar a aliviar la depresión; esto, puede ayudar a mejorar el estado de ánimo y atenuar las ganas de aislarse de la sociedad o buscar escape.
Las investigaciones sobre PreVenture reduce 25 por ciento el riesgo de que los adolescentes desarrollen síntomas graves de depresión. Tiene efectos similares en otros rasgos y reduce el consumo de alcohol y otras sustancias.
Lo primero es mantener a los jóvenes con vida y eso significa tener conversaciones incómodas y honestas sobre los peligros de las drogas y las formas de minimizar los riesgos para quienes las usan.
Hasta el momento, nadie ha descubierto una manera de eliminar la impulsividad y el afán por tomar riesgos de la juventud, lo cual quizá sea lo mejor, ya que estas características también pueden apuntalar el aprendizaje y la creatividad, pero sí podemos reducir las probabilidades de que los actos insensatos que cometen los jóvenes terminen con sus vidas.