Cada vez se oye más hablar de poliamor, relaciones abiertas y no monogamias.
Pero, ¿en qué consisten? ¿Es posible tener este tipo de relaciones y no volverse loco en el intento? En este artículo damos algunas claves sobre relaciones no monógamas.
El poliamor es un modelo de relación en el que se pueden establecer vínculos amorosos o románticos con más de una persona a la vez, dándose de forma consciente y consensuada por parte de todas las personas.
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Esta es una de las muchas formas que puede tomar una relación no monógama, aunque la palabra poliamor también se suele utilizar como un término paraguas para hablar de relaciones no monógamas o en las que no hay exclusividad afectiva.
Las relaciones no monógamas éticas serían aquellas en las que no existe una exclusividad sexual y/o romántica, y que se deciden tener de forma consciente, libre y consensuada por todas las partes.
Esto quiere decir que todas las personas están informadas sobre la situación y de acuerdo con ella, eligiéndola porque es lo que desean.
Las no monogamias pueden darse en formatos muy diferentes según los acuerdos que se negocien en cada relación, en función de las necesidades y preferencias de cada cual.
Por ejemplo, hay parejas swinger que tienen contacto sexual con otras parejas de forma conjunta; relaciones de pareja abiertas a contactos esporádicos con terceras personas; relaciones poliamorosas en las que existe una relación principal y otras relaciones secundarias o relaciones satélite; o un poliamor no jerárquico, en el que se entiende que no existen diferenciaciones entre relaciones primarias o secundarias; relaciones polifieles de tres o más personas que tienen exclusividad entre ellas; e incluso parejas en las que una de las personas es poliamorosa y la otra monógama… ¡y sí, estando de acuerdo en ello! Las opciones son muy diversas y cada relación es única.
En las relaciones no monógamas suele haber una serie de acuerdos y límites que se negocian entre las personas que componen la relación.
Esto suele conllevar una toma de decisiones sobre qué cosas se van a hacer con otras personas y cuáles no, en qué circunstancias, el nivel de transparencia o cuánto se quiere saber de todo esto, entre otras muchas cosas.
Y los acuerdos no tienen por qué ser iguales o simétricos para todas las personas, sino que se pueden establecer diferentes acuerdos en función de los deseos de cada una.
Es habitual que las relaciones evolucionen y los acuerdos evolucionen también para ajustarse a las necesidades de cada momento y según la situación.