(Lang AE et al. N Engl J Med 2022; 387: 408-20) Segunda parte
Una forma de prestar atención cuando se aprende nueva información, como algún nombre, es visualizar la palabra. Asociar alguna imagen a la palabra, puede mejorar la evocación. Hay que tratar de memorizar los pendientes y hasta anotarlos y tratar de que ingresen a la memoria definitiva.
Los juegos como el ajedrez son estupendos para la memoria, pero también lo es un juego más simple, para la memoria funcional, como el realizarse 20 preguntas y tratar de retenerlas, lo que se puede hacer sólo o con 1 o más personas; hacer lista de presidentes, desde el más actual hasta, digamos alguno de principios del siglo XX, luego a la inversa, ordénalos por orden alfabético.
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Si se prefiere, intentarlo con jugadores de equipos deportivos favoritos o autores favoritos. La idea es hacer que la memoria funcional esté activa “manteniendo información y moviéndola de lugar en la mente”. Nos sirve el leer novelas de ficción y recordar uno o más detalles y hasta capítulo o página.
Lo que se llama “distorsión tecnológica” es almacenar todo en el teléfono, lo que puede socavar nuestras propias habilidades mentales.
La tecnología puede ser perjudicial para la memoria porque a menudo nos roba la concentración de la tarea en la que estamos.
Las personas hoy en día pueden revisar su correo electrónico mientras ven Netflix, al hablar con un amigo o caminar. Todo esto, dificulta nuestra capacidad de concentrarnos en el momento presente, lo cual es clave para registrar recuerdos.
El estado de ánimo juega gran papel en lo que recordamos. La depresión, puede disminuir la memoria en gran medida. El estado emocional afecta el tipo de recuerdos que evocamos.
El hipocampo y la amígdala (que maneja las emociones y el comportamiento emocional) están vinculados, de modo que ante mal humor o depresión, recordamos cosas negativas; pudiéramos ayudarnos con fármacos o psicoterapia para mejorar nuestra memoria.
No hay una solución sencilla para saber qué debería preocuparnos, mucho depende del contexto. Es normal olvidar el número de habitación del hotel en que nos hospedamos, pero no así la dirección del sitio donde vivimos. Ante alguna inquietud, debemos consultar con algún experto médico.