El arqueólogo Salvador Guilliem describe a este monumento no solo desde su aspecto funcional, sino también desde una perspectiva simbólica
Un 11 de julio, pero de 2002, se descubrieron los primeros vestigios de una pila virreinal que abasteció de agua al Imperial Colegio de la Santa Cruz de Santiago Tlatelolco, materiales que fueron recuperados por expertos del Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH), y que probaron ser parte de la Caja de Agua del citado colegio.
En aquella ocasión, el arqueólogo Salvador Guilliem Arroyo, director del Proyecto Arqueológico Tlatelolco, se hallaba en su oficina después de haber realizado un primer recorrido por el sitio, y refiere que “fue aproximadamente a las 8:40 horas cuando recibí la llamada de uno de los custodios, quien me avisó que se estaban sacando muchos tepalcates de colores en el área suroeste del convento”.
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Entonces, según recuerda el investigador, se realizaba una obra moderna e irregular que requirió ser suspendida, pero que hizo posible el proyecto de rescate arqueológico de una de las más destacadas creaciones ingenieriles y artísticas del siglo XVI.
A veinte años de ese hallazgo, y desde el Museo de Sitio Caja de Agua, inaugurado en 2011, Guilliem describe a este monumento no solo desde su aspecto funcional, sino también desde una perspectiva simbólica pues, explica, “lo que puede verse en la caja de agua es el nacimiento del mestizaje. Tlatelolco, de ser un lugar de resistencia, se convierte en un sitio de transformación e, incluso, de creación de nuevos modelos”.