En medio de una crisis económica en modo de colapso de poder los capitalistas, con evidencias de regreso de situaciones de pobreza y hambruna por el efecto social del COVID-19 y con las masas marginadas tratando de irrumpir dentro de Estados Unidos por la fuerza, el presidente Joseph Biden decidió darle prioridad estratégica a su lucha contra Rusia y China.
La reorganización de la OTAN y el aumento en el gasto de defensa restará recursos que se requieren para encarar la crisis social mundial, pero las grandes potencias han decidido entrar en una zona de guerra fría 2.0 con la reorganización innovó dinamismo de la organización del tratado del Atlántico norte
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La existencia de la OTAN-económico con la Unión Soviética y China representa el principal muro de defensa (línea roja, la redefinió Vladimir Putin) ante el expansionismo de los países comunistas de Rusia y China, aunque con modelo económico capitalista.
El teatro geopolítico de Europa fue considerado por el candidato presidencial Barack Obama en julio de 2008 cuando fue a Berlín al dar un discurso de reafirmación geopolítica de la alianza estratégica mundial; las cosas se complicaron en mayo de 2017 cuando el presidente Donald Trump asistió en Bruselas a una reunión de la OTAN para regañar a los países por la falta de inversión en gasto militar que hacían descansar la defensa del mundo en las tropas estadounidenses, exigiendo un piso de 2% de gasto militar por país a partir de que el gasto estadounidense de defensa era de 3.7%; ahora, el presidente Joseph Biden quiso recomponer la alianza europea y asistió en junio de 2022 a una reunión en Bélgica para dar el espaldarazo a la OTAN y encauzar su propuesta de convertir a la organización en un bloque militar unificado contra Rusia y China.
La OTAN ha sido impulsada como la estructura geopolítica y militar que unifique todos los países capitalistas del planeta, incluyendo a naciones de Asia, Africa, América Latina y el Caribe, a fin de presentarse como un ejército multinacional que ha sido posible solo en casos concretos como el de la respuesta estadounidense para invadir con una alianza multinacional militar a Irak y Afganistán por los ataques terroristas del 9/11 de 2001.
El posicionamiento dinámico de Biden en la OTAN en junio de 2022 es correspondiente al discurso de reactivación de la política exterior agresiva de Estados Unidos ante la consolidación de Rusia como bloque político militar y de China como amenaza comercial marítima.
En la reunión de seguridad en Munich en febrero de 2021, el presidente Biden anuncio el regreso de Estados Unidos al liderazgo mundial que había sido abandonado por la política aislacionista del presidente Donald Trump y sus regateos a la falta de voluntad militar de los países de Europa occidental.
En el escenario de la reconstrucción de la OTAN se encuentra la explicación estratégica de las presiones estadounidenses a Rusia para orillar al presidente Putin a invadir Ucrania a partir del anuncio oficial de que este país se iba a incorporar de manera oficial a la Unión Europea y la OTAN y con ello aislar a la Unión Soviética con un muro de aliados estadounidenses en su frontera europea.
Y el trasfondo de los reacomodos en la OTAN con el ingreso de Ucrania, Suecia y Finlandia solo tiene una explicación lógica: la instrumentación de una alianza europea controlada por Estados Unidos en materia militar a través del artículo 5 de la organización que permite la respuesta unificada de países aliados en contra de alguna nación agresora. El texto del artículo 5 es muy claro:
Artículo 5. Las partes convienen en que un ataque armado contra una o contra varias de ellas, acaecido en Europa o en América del Norte, se considerará como un ataque dirigido contra todas ellas y, en consecuencia, acuerdan que si tal ataque se produce, cada una de ellas, en ejercicio del derecho de legítima defensa individual o colectiva, reconocido por el artículo 51 de la Carta de las Naciones Unidas, asistirá a la Parte o Partes así atacadas, adoptando seguidamente, individualmente y de acuerdo con las otras Partes, las medidas que juzgue necesarias, incluso el empleo de la fuerza armada, para restablecer y mantener la seguridad en la región del Atlántico Norte.
La respuesta rusa ha sido de advertencia: la incorporación de Ucrania y los países antes no beligerantes como Suecia y Finlandia a la OTAN implicaría una militarización de la frontera de Rusia con Europa y por lo tanto crearía un escenario de aislamiento militar encabezado por Estados Unidos para destruir el régimen de Putin.
La reunión cumbre de la OTAN en España la última semana de junio de 2022 confirmó las preocupaciones rusas por el liderazgo de Estados Unidos en la geopolítica militar europea y la reiteración de la exigencia sin estridencias de Donald Trump de que los países asociados en la OTAN asuman el compromiso inmediato debe dedicar el 2% de su presupuesto a la modernización de su línea militar.
De modo natural la reorganización de la OTAN en el escenario de la guerra de Ucrania alertó a la seguridad geoestratégica de Rusia y China y los llevó a un punto de entendimiento mutuo que pudiera hacer frente al arrinconamiento estadounidense, a partir del criterio muy socorrido en política exterior civil y militar de qué “los enemigos de mi enemigo son mis amigos”.
La idea central de la reorganización de la OTAN fue revelada en 2008 por Obama como candidato presidencial demócrata en un discurso que significó el relanzamiento de la política exterior agresiva de Estados Unidos que la administración de George Bush Jr. no había podido consolidar por falta de enfoque estratégico: la transformación de la OTAN en un bloque militar europeo que pudiera tener intervención en zonas más allá de las fronteras geográficas de Europa. Obama, por ejemplo, convocó a la OTAN a participar en acciones militares y estratégicas en Afganistán, lo que habría sido la primera misión militar europea más allá de Europa. al final, la OTAN no quiso salir de su territorio natural y Estados Unidos se ahogó en el Medio Oriente.
De todos modos, Biden reconfirmó la idea de convertir a la OTAN en el Pentágono europeo.
El autor es director del Centro de Estudios Económicos, Políticos y de Seguridad.
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