A la política exterior del presidente López Obrador le falta mucho tramo por recorrer
Como consecuencia del asesinato del agente de la DEA Enrique Camarena Salazar, el aparato de poder de Washington instrumentó en 1985 una de las más impresionantes y vastas ofensivas políticas contra México, operada por el embajador John Gavin y con el apoyo de toda la estructura de poder de la Casa Blanca.
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La acusación estadounidense señalaba la complicidad del Gobierno mexicano con los primeros cárteles de la mariguana. En las semanas posteriores al asesinato de Camarena se logró establecer la articulación de funcionarios federales –entre ellos el director de la federal de seguridad, el director de la judicial federal y comandantes policiacos– con los capos, sobre todo por la existencia probada y luego desaparecida de credenciales de la federal de seguridad con la foto de narcos y otros nombres.
El Capitolio abrió audiencias especiales sobre México y desfilaron militares, jefes policiacos y funcionarios para denunciar la corrupción mexicana como responsable de la penetración y expansión del crimen organizado. Sin embargo, la ofensiva estadounidense fue detenida con la realización de una magna manifestación callejera que logró por primera vez la confluencia de grupos políticos e intelectuales de todas las corrientes.
La ofensiva fue apoyada por el entonces director de la CIA, William Casey, quien le ordenó a un analista de la agencia que elaborará un reporte especial denunciando el caos en México y la necesidad de una mayor penetración estadounidense. El funcionario de inteligencia no solo se negó a redactar reporte porque sus evaluaciones no llevaban esas conclusiones, sino que renunció a la agencia y público un artículo en el The Washington Post para denunciar la politización de la CIA por intereses de la Casa Blanca a través del director de asuntos latinoamericanos, Constantine Menges, el embajador Gavin y el senador ultraderechista Jesse Helms como presidente del comité del hemisferio occidental.
Hoy el lobby cubano en el Congreso –dos republicanos y un demócrata– están reproduciendo la ofensiva de 1985, contando con la coparticipación del juegos de dobles reportes del embajador estadounidense Ken Salazar en papel actualizado del John Gavin ultraderechista que en su tiempo de actor fue cómplice del también actor Ronald Reagan en las denuncias macartistas contra artistas, guionistas y directores instrumentada en ese entonces por el senador ultraderechista Joseph McCarthy.
La única diferencia entre el caso de hoy y el de 1985 radica en que ahora los sectores progresistas y nacionalistas en retirada están en contra de los pronunciamientos nacionalistas del presidente López Obrador y se han puesto del lado de los intereses geopolíticos neoconservadores de la política exterior de Biden que reproduce los enfoques de Reagan, Bush Jr. y del exembajador John Dimitri Negroponte como el facilitador del Tratado salinista de Comercio libre para –como lo expresó en un memorándum de 1991– porque ese acuerdo “institucionalizaría la aceptación de una orientación estadounidense en las relaciones exteriores de México”.
En términos estrictos, el enfoque de la Casa Blanca de Biden en la definición de los temas de la agenda de la IX Cumbre de las Américas reproduce todo este mecanismo de anulación de los últimos vestigios del nacionalismo mexicano de resistencia al expansionismo de dominación geopolítica de Estados Unidos en el continente.
En todo caso, a la política exterior del presidente López Obrador le falta mucho tramo por recorrer para construir nuevas doctrinas formales para una relación diferente y no subordinada con los Estados Unidos. El nacionalismo defensivo del viejo PRI fue liquidado por el tratado del presidente Salinas de Gortari porque implicó la subordinación geopolítica de México a la seguridad nacional estadounidense. El viejo nacionalismo intelectual, académico y mediático que en el pasado construyó un dique de contención al expansionismo estadunidense hoy critica el presidente López Obrador por atreverse a faltarle al respeto al señor presidente Biden.
La no-asistencia del presidente de México a la IX cumbre fue una definición de política exterior que liquidó el ciclo de sumisión salinista y se coló como un factor determinante en la sucesión presidencial mexicana de 2024.
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Política para dummies: La política es de gestos.
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