Violencia acorrala a haitianos en Tijuana

En la última semana, dos hombres de la comunidad fueron velados en una sola ceremonia.

La Villa Haitiana, enterrada en un cañón en un terreno plano y empolvado, se ha convertido en el nuevo campamento y hogar de decenas de migrantes haitianos que quedaron atrapados en la frontera y que además han sido desplazados por la pobreza y violencia que los persigue desde Haití, y que los encuentra hasta en su último destino, antes de cruzar a Estados Unidos, en Tijuana.

No había dinero para costear los gastos de ambos, Calory, uno de ellos, murió de un infarto debido a que su salud se agravó por no tener acceso a atención médica a pesar de trabajar. Joselyn, la otra víctima, murió asesinado al ser asaltado cuando regresaba con el pago de su día de trabajo.

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Chesmel Paul, uno de los residentes de la Villa Haitiana, cuenta que ha decidido no trabajar, que prefiere vivir de la caridad y bajo una lona de plástico, porque para él no vale la pena salir de ese terreno precario e improvisado, cuando sabe que cualquiera de esas salidas le puede costar la vida.

“No vale la pena dice sin pensarlo mucho, salir a trabajar para que me maten por mil pesos que no alcanzan ni para una renta ¿Quién cuidaría a mi familia?”.

El presidente del Comité Ciudadano en Defensa de los Naturalizados y Afromexicanos (Ccdnam), Wilner Metelus, condenó la actuación del gobierno mexicano que, por un lado, no ha cumplido con su responsabilidad de proteger a la comunidad.