Síndrome de estrés post-traumático

(Blum D, New York Times; abril 26, 2022)
Carlos Abud Mendoza
Primera parte

Es muy común que este trastorno no se identifique. Las ideas generalizadas y erróneas sobre quiénes desarrollan el síndrome de estrés post-traumático (SEPT), así como la mezcla de su complejo conjunto de síntomas, puede impedir que las personas que lo padecen busquen tratamiento, o que siquiera se percaten de que lo sufren.

“Estamos hablando de millones” de personas que padecen SEPT sin diagnóstico, señaló Bessel van der Kolk, autor de El cuerpo lleva la cuenta: cerebro, mente y cuerpo en la superación del trauma, un libro fundamental sobre el tema.

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En 1980, el SEPT pasó a formar parte del Manual de Diagnóstico y Estadística de los Trastornos Mentales como diagnóstico oficial cuando se vieron los síntomas que estaban apareciendo en los veteranos de la guerra de Vietnam; ahora se siguen reportando altos índices de ese trastorno en las personas que participan en guerras.

De acuerdo con el Departamento de Asuntos de los Veteranos de Estados Unidos, entre el 11 y el 20 por ciento de los veteranos que participaron en las guerras de Irak y Afganistán padecen SEPT.

La población civil se ve afectada por estrés postraumático. La violación es el trauma que lo provoca con mayor frecuencia y el trauma de guerra está en 2º lugar, señaló Shaili Jain, especialista en SEPT de la Universidad de Stanford y autora del libro The Unspeakable Mind.

Paula Schnurr, directora ejecutiva del Centro Nacional para el SEPT en Estados Unidos, explicó que cerca del 70 por ciento de los adultos del país viven al menos un evento traumático, que los Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades definen como “experiencia marcada por sensación de terror, desamparo, daño importante o la amenaza de sufrirlo o de morir”; pero sólo el seis por ciento de la población desarrollará SEPT en algún momento de su vida, en su mayoría mujeres. Los estudios demuestran que para manejar el SEPT es muy importante la intervención oportuna.

El diagnóstico se retrasa hasta 2 años o más y quienes no reciben tratamiento dentro de los primeros dos años tienen muchas menos posibilidades de recuperarse.