(Cerban F et al. Brain, Behavior, and Immunity 2022; 101: 93–135) Segunda parte
Los investigadores realizaron revisión sistemática y metanálisis de bases de datos electrónicas en la búsqueda de persistencia de las manifestaciones neurológicas mencionadas, las que persistieron 12 o más semanas, seguidas a la resolución de la COVID.
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De 10,979 estudios, los autores seleccionaron 81, 68 para fatiga y 43 referentes a disfunción cognitiva, incluyeron 25,268 y 13,232 individuos, respectivamente, con valores relativos de 32% y 22% para cada uno de estas manifestaciones posteriores a la COVID.
En gran medida el tiempo, hábitos adecuados de comer, descanso y ejercicio paulatino físico y mental, alcanzaran que el sujeto vuelva a su calidad de vida previa a la infección por la COVID.
Manifestaciones autoinmunes
después de la vacunación vs COVID
(Chen Y et al. Immunology. 2022; 165:386–401)
En gran medida las manifestaciones clínicas asociadas a la COVID, dependen de la producción de productos solubles derivados de células inmunes como citocinas o inteleucinas IL-1β, IL-6, IL-18 y TNF-α.
Alrededor de 6 mil millones de dosis de vacunas se han administrado, tanto por mRNA Pfizer-BioNTech y Moderna, cuanto por vector de adenovirus (Johnson & Johnson y Astra Zeneca), con reacciones variables, desde sólo dolor en sitio de la inyección, hasta fatiga, fiebre, cefalea y dolores musculares.
Estudios previos destacan que cualesquier vacunas (papiloma, hepatitis B e influenza) pueden inducir exacerbaciones de enfermedades autoinmunes por mecanismos diversos que incluyen al mimetismo molecular. Adicionalmente, aunque rara vez (algunos casos por millones de vacunas) pueden dar lugar a miocarditis, púrpura trombótica trombocitopénica, hepatopatía autoinmune, Guillain-Barré, vasculitis por IgA y otras enfermedades autoinmunes, que incluyen artritis reumatoide y lupus eritematoso generalizado.