¿Cómo se llega a algo así?.
La mítica imagen de la persona codiciosa, avara, que esconde y entierra un botín que consiguió a fuerza de corromperse y corromper tiene tanta fuerza simbólica (además de legal, política y sociológica) que hasta despierta curiosidad saber qué ocurre en la mente y el corazón de quienes actúan de esa forma. ¿Cómo se llega a algo así?
Cuando hablamos de corruptos, hablamos de personas que no creen en el bien y tampoco creen en lo común, o sea para ellos no existe el “bien común”.
Las o los corruptos, en clave individual o mediante una asociación ilícita, no se involucran emocionalmente con su medio ambiente: simplemente lo usan como un objeto al que se le extrae riqueza o servidumbre, cortando los nexos con la comunidad, al punto de anular toda otra referencia que no sea su compulsión de depredar el espacio en el que viven.
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La personalidad de un corrupto es la del hombre o mujer desangelado, sin fe en los vínculos que no sean aquellos de interés depredatorio y de dominio.;
No descansan en el amor, sino en el espanto, en infringir miedo y por eso, sobre todo en ciertos niveles de “éxito”, como por ejemplo en la cúspide del ámbito político o económico, los corruptos son feroces con aquello que pueda vulnerar la muralla necesaria para mantener oculta la realización de sus actividades.
El eje de la actividad del corrupto está centrado en un quebranto. O sea, en la perdida de la fe en el sentido de “comunidad”.
Son personas con pérdida de la autoestima, ésta se desploma, pero la compensan con el hecho a fuerza de acumular dinero, poderío o delirios de grandeza vividos desde la personalidad narcisista.
Es en el “sueño del niño, joven pobre” (entiéndase “pobre desde un perfil psicosocial) que quiere salir él solo del mundo pobre, para dirigirse a otro mundo: el de la biblia del consumo, con las marcas, los lujos y, sobre todo, con un poder de dominación que le permitirá limpiar la afrenta de su pasado.
Podrá así, cree, sentir una pertenencia nueva: una nueva tribu de la que formar parte y con la cual podrá olvidar el exilio esencial que lo acompaña.
La corrupción impacta de manera diferenciada a las mujeres y niñas. Por ejemplo: el acceso a servicios básicos y derechos a cambio de favores sexuales; la facilitación de crímenes como la trata de personas e impedimentos a la participación política de la mujer, entre otros escenarios pueden hacer a la mujer participe de actos de corrupción.
Es fundamental ver con perspectiva de género la corrupción para analizar los abordajes existentes, para luego hacer una aproximación al contexto que permita comprender la necesidad de incluir la dimensión de género en las estrategias anticorrupción de nuestro país como las del estado.
Dejemos de pensar en la corrupción y sus efectos en términos neutros y partir de una comprensión de la corrupción como un fenómeno complejo así como considerar las sinergias que deben darse entre la lucha contra la corrupción y las políticas para la igualdad de género y el empoderamiento femenino.
Promovamos la equidad e igualdad de género y el empoderamiento de las mujeres como objetivo transversal de nuestras políticas anticorrupción la visión de la mujer en casos de corrupción es fundamental para generar políticas anticorrupción como sentencias a los delitos de corrupción realizados por una mujer.
Esto no quiere decir que la mujer sea menos corrupta del hombre, el contexto para darse la corrupción es lo que hace la diferencia. Entre más mujeres sean libres de violencia y libres de estar en cargos de poder menos actos de corrupción o vinculadas a actos de corrupción tendremos.
Para que exista igualdad en delitos debe existir igualdad en derechos; Todo delito debe de tener sentencia, pero mientras no exista igualdad de circunstancias deberá de seguir las acciones afirmativas