Lo que es sexo y lo que no se considera como tal puede variar mucho en función de la persona a la que se pregunte.
Su frecuencia, duración o intensidad también. Las dudas que genera el sexo y las distintas prácticas sexuales que lo engloban pueden ser infinitas.
La actividad sexual es reconocida por diferentes estudios como una actividad que, en su práctica adecuada, aporta beneficios para la salud.
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Por ejemplo, las relaciones sexuales frecuentes se asocian con menores riesgos de enfermedad coronaria fatal.
Esta actividad también provoca reacciones emocionales que incluyen placer, emoción y relajación, lo que puede mejorar la salud mental y la función cognitiva al aumentar los niveles de oxitocina.
En este contexto, en la Universidad de Almería nos preguntamos si la actividad sexual podría considerarse como una actividad física y cuáles son sus demandas a nivel fisiológico y cinemático (de movimiento).
¿Qué entendemos por actividad física?
Para llevar a cabo el estudio, que se ha publicado en la revista Archives of Sexual Behavior, se ha partido del concepto básico de actividad física, que se define como toda acción o actividad que implica movimiento musculoesquelético voluntario y conlleva un gasto energético.
Atendiendo a esta definición, la actividad sexual se puede considerar como una actividad física, al igual que se considera como tal salir a dar un paseo, ir a pilates o montar en bicicleta.
La investigación, en la que también colaboró la Universidad de Murcia, elaboró una revisión sistemática de todos los estudios publicados en relación con las demandas físicas del coito.
El sexo, una actividad física moderada
Los resultados del trabajo informan que esta actividad puede generar un gasto de energía de aproximadamente 100 kilocalorías; frecuencias cardíacas medias entre 90 y 130 latidos por minuto; y frecuencias cardíacas máximas de hasta 170 latidos por minuto.
No obstante, estas demandas pueden variar según la posición, la duración de la actividad, el estado de salud de los participantes, la fase concreta de la actividad sexual y el propio sexo.
Respecto a las demandas cinemáticas, el patrón de movimiento fue cíclico en todas las posiciones. Las mayores demandas en la flexión de la columna lumbar se encontraron en posiciones como la de misionero para mujeres.
Esta misma posición, junto con la de costado, requirieron el mayor movimiento de flexión lumbar en los hombres.
Respecto al movimiento de la articulación de la cadera durante esta actividad, la flexión, abducción y rotación externa caracterizan el movimiento de la mujer mientras que la rotación externa destaca para el hombre.
Por tanto, los resultados confirman que la actividad sexual puede provocar demandas físicas de intensidad moderada e incluso vigorosa.
En este sentido, la versión más reciente del Compendio de Actividades Físicas categorizó la actividad sexual entre 1,3 y 2,8 unidades metabólicas equivalentes (lo que corresponde a una actividad física de intensidad ligera).
Sin embargo, el estudio más reciente, publicado en 2013, concluyó que la intensidad de las relaciones sexuales también podría ser moderada o vigorosa.
Más investigación
Se necesita seguir investigando en este tema porque hay pocos estudios que combinen análisis cinemáticos y fisiológicos.
Además, son necesarios más estudios de alta calidad para comprender mejor las demandas físicas de la actividad sexual.
En conclusión, la actividad sexual puede considerarse como una actividad física para la salud bajo una práctica segura y adecuada.
No obstante, no sería un deporte como tal, puesto que por definición este concepto implica exclusivamente aquellas actividades físicas de competición, organizadas y regladas bajo una normativa.