(Pierce JD et al. Nursing Research: 3/4 2022 – Volume 71 – Issue 2 – p 164-174)
Primera parte
La primera pandemia del siglo XXI ocurrió en febrero de 2003 con el síndrome respiratorio agudo grave (SARS) causado por el coronavirus SARS-CoV, en diciembre de 2019 un virus de gravedad magnitud insospechadas entonces se originó en Wuhan, China.
Éste, se manifiesta por fisnea, fatiga, pérdida del gusto y olfato (recientemente con la variante ómicron, con olfato y olores desagradables o nauseabundos), alteraciones cognitivas, dolor torácico, taquicardia, artritis y frecuentemente con alteraciones de coagulación.
Lo anterior con base de sustentación en alteraciones del sistema inmune y daño inflamatorio, hechos que explican las diversas alteraciones y multisistémicas hasta globales, sin tejido u órgano sin afectar.
La mitocondria puede ser trascendente en su afectación y explica las alteraciones oxidantes, dolores osteomusculares, fatiga y más.
La activación de inflamasomas, que conforman desde el sistema inmune innato, puede explicar en gran medida la tormenta de citocinas y el estado de hipercoagulabilidad.
Hemos aprendido que la COVID, puede invitar a cualesquier células y substancias del sistema inmune, de inflamación, coagulación y de mucho más.
Los autores revisan bases de datos con generación de 27,929 artículos publicados. De ésos, seleccionaron 68 y examinaron 54 específicamente para bases fisiopatológicas relacionadas con el síndrome post-COVID y las dividieron en 4 categorías: variaciones fisiopatológicas específicas del virus, asociadas a estrés oxidativo, relacionadas a anormalidades inmunológicas y a daño inflamatorio. Lo anterior, puede persistir días, semanas y hasta 6 meses o más.
Lo más cómodo aunque de ninguna manera específica ni definitoria, es mencionar que podemos sugerir que de acuerdo al tipo y grado de afección, dependerá el tratamiento; sin embargo, para la inmensa mayoría de las manifestaciones, sin datos incontrovertibles de evidencia alguna respecto a eficacia.
