La Comandante presume una historia de superación, en donde dejó atrás los estereotipos sobre las luchadoras, para llegar y triunfar en las grandes ligas.
Con la indiferencia de su padre como su mayor motivación, la mexiquense llegó hoy a 26 años de trayectoria profesional como una de los máximos referentes rudos en la historia de la lucha libre femenil.
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Norma Martínez, oriunda del municipio de Ecatepec, creció admirando a El Pachuco, un luchador modesto y que también fuera su padre.
El oficio de su progenitor, la orilló desde muy temprana edad a querer vivir en el mundo de las llaves y contrallaves; tiempo después de haberse separado de su madre, el luchador y promotor le negó su total ayuda a sus hijas, tras informar que seguirían sus pasos arriba del ring. “Cuando yo le dije que quería ser luchadora como él, junto con mi hermana, dijo que no porque él decía que las luchadoras eran de lo peor, en palabras fuertes”, contó La Comandante.
“Me decepcionó por el lugar en el que yo lo tenía, porque yo decía que quería ser como mi papá”, agregó Martínez, quien ante la negativa de su padre, tuvo que trabajar para salir adelante en la vida.
La lucha libre no se podía quedar sin un personaje con sus características, y es por ello que Martínez, a sus 17 años, decidió alternar su trabajo en una fábrica de muebles con sus entrenamientos de lucha libre, esto con la única finalidad de tener seguro médico. Tiempo después, tuvo que elegir su camino por las constantes faltas al trabajo y se inclinó por su gran pasión, con motivación de cerrarle la boca a su padre.