El problema número uno del país no es la inseguridad, ni la pandemia, ni el INE, ni el intervencionismo en la Casa Blanca en México, sino el decrecimiento económico y la inflación en la canasta básica de consumo popular.
La meta gubernamental para 2021 se fijó en un rango de 5.8% a 6.8%, con una media de 6.3% como meta a alcanzar; el INEGI acaba de informar que el PIB del año pasado fue de 5%, un mero rebote estadístico desordenado, con algunos pequeños ajustes finales que podrían colocarlo más por abajo de esa línea.
Para el año 2022, el PIB estimado por especialistas consultados por el Banco de México señala un promedio de 2.2%, contra el rango de Hacienda de 3.6% a 4.6%, con una media de 4.1%; es decir las estimaciones de crecimiento económico se presentan de la mitad de lo establecido en los Criterios Generales de Política Económica.
Y las expectativas se cierran con una cifra de 2.1% de crecimiento anual promedio de la economía mexicana en los próximos diez años, de 2023-2032, una cifra similar a la alcanzada por el ciclo neoliberal 1983-2018 y un tercio de los resultados sorprendentes de 6% un promedio anual en el periodo populista de 1934-1982.
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El problema del PIB no radica en la contundencia de las cifras, sino en el escenario social de un largo periodo de estancamiento económico. De acuerdo con cifras estimadas por organismos internacionales, México necesitaría crecer 6% promedio anual para recuperar parte de lo perdido en el pasado y responder a la demanda de empleo en el sector formal de la población económicamente activa que se incorpora cada año a la producción.
Estas cifras del PIB, además, revelan el desafío social para proporcionarle a la población no propietaria de medios de producción los ingresos para cubrir sus necesidades de vida familiar. La estrategia de política económica del gobierno actual atiende el nivel de vida de los sectores más desprotegidos con subsidios entregados de manera directa para mantener una demanda mínima de sus necesidades; sin embargo, la tasa promedio anual del PIB en la primera mitad del sexenio fue de -1.5%, acumulando tres años de deterioro productivo que no generó mano de obra, con excepción de la dinamizada por el restablecimiento en automático de la actividad productiva.
El Plan Nacional de Desarrollo asumió el compromiso de un crecimiento anual promedio de 4%, pero las tendencias recogidas por el Banco de México revelan un crecimiento anual promedio previsible en el sexenio de 0.2%, es decir un sexenio de crecimiento cero, pero con un aumento de las demandas sociales de sectores afectados por la recesión y la acumulación de nuevos demandantes de empleo y bienestar cada año.
La dimensión de las cifras económicas exigiría una aparición pública directa del secretario de Hacienda, Rogelio Ramírez de la O, para explicar las estrategias o tácticas gubernamentales para salir del hoyo recesivo en que metió al país el brutal freno económico y productivo de 2020 por la pandemia.
Lo que revelan las cifras es la inexistencia de una estrategia o una nueva política económica de emergencia para contribuir a aumentar el ritmo de la actividad económica y recortar el tiempo de recuperación de lo perdido en 2020. Por razones de distanciamiento de Hacienda de las tareas de reorganización de las estrategias, los Criterios Generales de Política Económica para 2022 utilizaron la palabra restablecimiento de la actividad económica y no se refirieron a alguna estrategia integral de reactivación de la planta productiva bajo criterios de integralidad de la economía.
La expectativa de crecimiento promedio anual de 0% para el sexenio y de 2% para los próximos diez años solo podrá ser reactivada con una estrategia de política económica del Estado, en alianza con el sector privado. No obstante, el sector empresarial se sigue quejando del aislamiento de Hacienda y de la falta de un programa urgente de protección de la planta productiva y el empleo.
El problema que le espera a la economía mexicana tiene que ver con la crisis de expectativas de la economía estadounidense y el freno que se vendrá en el corto plazo por razones de inflación desbocada y sobre todo de una deuda pública que se está cubriendo con la impresión artificial de dinero circulante.
En este sentido, la crisis económica podría definir la historia de este sexenio.
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Política para dummies:
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