El gobierno del presidente Joseph Biden cumplió su primer año de administración y los resultados se aprecian en su desplome en la desaprobación popular que es mayor a las cifras de aprobación. En medio de la confrontación con Rusia por la crisis en Ucrania, la Casa Blanca está apretando las presiones a los países latinoamericanos para someterlos a la nueva guerra fría contra China y Rusia.
México está atrapado en la doctrina imperial de seguridad nacional estadounidense, pero por primera vez América Latina presenta un panorama de autonomía política relativa frente ala geopolítica de EU: cuando menos diez importantes países al sur del río Bravo tienen gobiernos confrontados o ajenos a los intereses de la Casa Blanca, aunque en los hechos no han podido establecer un modelo de desarrollo específico ni una geopolítica regional diferente a los intereses imperiales.
¡SIGUE NUESTRO MINUTO A MINUTO! Y ENTÉRATE DE LAS NOTICIAS MÁS RELEVANTES DEL DÍA
Sin instrumentos de coerción como los que tuvo en el pasado –los golpes de Estado estimulados por Washington–, la Casa Blanca de Biden se ha quedado con pocos mecanismos de poder para construir sus alianzas dominantes. En este contexto, EU ha decidido convertirse en el faro de la democracia mundial; el año pasado, realizó una Cumbre por la Democracia con más de cien jefes de Estado y de gobierno y para mediados de este año prepara una Cumbre de las Américas para fortalecer su liderazgo autoritario en la región.
Sin embargo, la Casa Blanca, de manera paradójica, ha ido perdiendo de manera paulatina pero inevitable su capacidad del liderazgo político, sobre todo por hechos locales que han llevado a escenarios calificados de guerra civil y de subversión institucional contra sus procesos electorales.
El mensaje estadounidense no puede ser, en este contexto, más específico: si Estados Unidos acepta que está en riesgo su democracia interna por la existencia de grupos radicales que pudieran sumar la mitad de la sociedad, entonces la Casa Blanca carece de autoridad moral y política para exigirle a otros países que sean democráticos.
Una parte importante de los países latinoamericanos y caribeños está en búsqueda de formas de gobierno que atiendan sus contradicciones internas en función de sus intereses nacionales y nada quieren saber de regresar a ser instrumentos de Estados Unidos para luchar contra presuntos avances en la reconstrucción de la opción comunista en Rusia y en China.
La Casa Blanca está recogiendo en la actualidad el colapso en su doctrina de seguridad nacional que funcionó desde los acuerdos económicos de Bretton Woods en 1944 y la Cumbre de Yalta en 1945 hasta la crisis y desintegración de la Unión Soviética en 1989-1991. Los gobiernos de Clinton, Bush Jr., Obama, Trump y ahora Biden perdieron la centralidad de las doctrinas imperiales de seguridad nacional.
El último jalón imperial de la Casa Blanca ocurrió en 1989 con la invasión militar a Panamá para arrestar al general Manuel Antonio Noriega, expresidente, hombre fuerte de la élite militar y agente de la CIA reclutado por George Bush Sr., por acusaciones de tráfico de drogas. De entonces a la fecha, el descuido estadounidense hacia el sur de su frontera ha permitido la existencia de cuando menos diez países con gobiernos ajenos a los intereses estadounidenses, aunque colocados en el espacio político del populismo –liderazgo personal de sus dirigentes– y bastante lejos del socialismo marxista.
La Cumbre por la Democracia y la próxima Cumbre de las Américas han excluido a países contrarios a los intereses estadounidenses, a pesar de que casi todos ellos –con excepción de Nicaragua y Cuba– han construido gobiernos en función de las reglas del juego de la competencia democrática representativa.
El gobierno de Biden ha colocado el filtro de la concepción estadounidense de democracia representativa con modelo económico capitalista dependiente para determinar los países que serán invitados a la reunión de las Américas que tendrá, de manera paradójica, la democracia como discurso cohesionador.
Frente al bloque estadounidense de Biden se va a estrenar el llamado Grupo Puebla formado por países con tendencias ideológicas progresistas y populares, aunque algunos sigan desarrollando tentaciones populistas que no permiten el bienestar de la sociedad. Esta organización está pugnando por potenciar la CELAC –Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños–para sustituir a la vieja OEA que es conocida en la región latinoamericana como el Departamento de las Colonias de Estados Unidos.
Pero la Casa Blanca tendrá que asumir la pérdida de su poder. En 1962 utilizó a la OEA para expulsar a Cuba de la comunidad latinoamericana alegando que la ideología marxista contrariaba el espíritu regional; hoy el populismo pudiera ser el punto de referencia de EU para reservarse el derecho de admisión de países que no acepten el dominio estadounidense, solo que la OEA no tendría capacidad para expulsar de su seno a los países de gobiernos antiestadounidenses, entre ellos el de México.
El fracaso de la Cumbre de las Américas a mediados de año en Los Ángeles podría significar el ocaso de Biden y una crisis política de EU que abonaría el regreso de Donald Trump a la Casa Blanca.
Zona Zero
· De nueva cuenta se están encendiendo los focos de alarma en los procesos electorales para el cambio de seis gobiernos estatales por el activismo del crimen organizado en la construcción de escenarios de violencia y sobre todo por el apoyo de los cárteles a candidatos que se disputan las posiciones de poder. No debe perderse de vista que la elección de gobernador en Quintana Roo y Tamaulipas serían los puntos de preocupación la estrategia de seguridad porque se trata de dos entidades capturadas por grupos criminales y territorio de disputa violenta entre ellos para sus actividades delictivas.
El autor es director del Centro de Estudios Económicos, Políticos y de Seguridad.
El contenido de esta columna es responsabilidad exclusiva del columnista y no de la publicación.
seguridadydefensa@gmail.com
www.seguridadydefensa.mx
@carlosramirezh