La experiencia histórica de sucesiones presidenciales de 1920 a 2018 ha aportado una regla de oro que no siempre es atendida: las confrontaciones políticas no son unidireccionales y las candidaturas opositoras se nutren de los conflictos en el seno del grupo gobernante.
El debate entre el presidente López Obrador y el líder senatorial morenista Ricardo Monreal Avila en torno a la dinámica radicales-conciliadores pudiera derivar en un elemento polarizante que está convirtiendo a Monreal en un factor de propuesta política de reconstrucción de alianzas frente al estilo reiterado del presidente de radicalizar la política.
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A lo largo de estos tres años de gobierno lopezobradorista, Monreal ha ido abriendo espacios de negociación asimilable de sectores confrontados con el presidente de la república. Sus últimas entrevistas periodísticas han sido con medios confrontados de manera recurrente en las mañaneras presidenciales, lo que en política se convierte en signos y señales.
En la historia política de las sucesiones no ha habido ninguna que no haya tenido que sumirse en confrontaciones de poder; inclusive, la candidatura y campaña del general Alvaro Obregón por la reelección presidencial en 1928 pasó por tensiones graves con el presidente Elías Calles, a pesar de que éste había sido designado candidato por Obregón en 1924.
Los conflictos en la designación de candidatos en las sucesiones de 1988, 1994, 2000, 2006, 2012 y 2018 liquidaron el método del dedazo presidencial directo y provocaron fracturas que redujeron la votación al candidato oficial, inclusive haciéndolo perder en 2000, 2012 y 2018. En todas estas sucesiones conflictivas, el dato sobresaliente se localizó en la imposición de un candidato oficial, sin atender negociaciones con otros grupos del bloque gobernante.
Monreal es un político tradicional muy astuto y con un conocimiento a fondo de los resortes invisibles del sistema político. Su afirmación de que no iría como candidato de otro partido o coalición que no sea Morena sirve de argumentación de coyuntura, porque Cuauhtémoc Cárdenas y López Obrador fueron candidatos opositores a sus partidos originales, el primero del PRI y el segundo del PRD.
La dinámica política polarizante del presidente López Obrador no encontró espacio en la oposición ni en la alianza de ésta con la Coparmex y el bloque de poder del empresario salinista-neoliberal Claudio X. González, pero en el camino los sectores confrontados desde Palacio Nacional de manera paulatina fueron encontrando acomodamiento en el territorio político senatorial de Monreal.
Esta semana la lucha por la sucesión presidencial dentro del grupo lopezobradorista entró en una segunda pista política muy importante: el debate en torno a la dinámica radicalismo-conciliación, convirtiéndose en un elemento adicional al escenario primario de la sucesión que se mueve en los pasillos de Palacio Nacional.
No se necesita mucha capacidad de análisis para entender que Monreal podría estarse convirtiendo en un polo aglutinador de sectores sistémicos que han sido marginados de los mecanismos anteriores de toma de decisiones. En los primeros tres años de gobierno, Monreal y el Senado operaron como una caja de compensación de conflictos políticos derivados del modelo unitario de toma de decisiones del gobierno actual, aunque en consonancia con las decisiones presidenciales.
En esta dinámica política, Monreal construyó una propuesta política que no diverge de los objetivos presidenciales de la 4ª-T, pero que logró atenuar la irritación de sectores marginados de la toma de decisiones nacionales. En este contexto, Monreal creó una propuesta política basada en las negociaciones y en la conciliación de intereses. De manera paulatina los sectores marginados del viejo modelo de negociaciones políticas encontraron en Monreal y el Senado cuando menos capacidad de audiencia de sus inquietudes.
De ahí el hecho de que todos los indicios señalan que Monreal sí estaría en condiciones de ser candidato independiente, porque además de espacio de negociación ha construido una estructura de poder basada en los senadores que han ganado candidaturas a gobernadores de Morena.
Y queda también el hecho de que Morena no ha sabido o no ha querido ser el partido-sistema en cuyo seno –en tiempos del PRI– se dirimían las controversias nacionales. De los cuatro precandidatos formales, solo Monreal tiene un aparato independiente de estructuras sistémicas en el que participan sectores con capacidad de decisión nacional.
El reciente debate radicalismo-negociación beneficia a Monreal.
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