Durante cuatro noches, el centro de retención para migrantes Park Hotel de Melbourne fue la residencia del número uno del tenis mundial, Novak Djokovic. En este lugar permanecen 32 personas, detenidas en virtud de las estrictas leyes migratorias de Australia, algunas de ellas desde hace años.
Durante cuatro noches, el infame “lugar de detención alternativo” para migrantes de Melbourne se convirtió en su morada. No había ni pistas de tenis ni piscina ni salón.
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Cada día, decenas de periodistas y de seguidores, manifestantes antivacunas y activistas por los derechos de los migrantes se concentraron a las afueras del edificio.
Pero, al parecer, ninguno de los 32 residentes vio al tenista de 34 años.
Y cuando la superestrella serbia abandonó el centro de detención, con sus seguidores cantando y bailando, y de que la justicia le devolviera su visado -que había sido cancelado-, la atención de los medios se fue con él.
Este martes por la mañana, no había más que dos periodistas de la televisión delante del edificio, y ningún manifestante.
Un solitario letrero de cartón rezaba: “Liberen a Novak y a todos los refugiados”. Y en la fachada del hotel, alguien había escrito con tiza: “#juegoterminado liberen a los refugiados“.
Días antes, la muchedumbre había estado pintando grafitis en las paredes, enarbolando pancartas a favor de los refugiados, cantando y bailando.
Entre los manifestantes, al menos había 20 activistas intentando sacar a la luz la situación de los migrantes.
Comida podrida
Durante el primer día de detención de Djokovic, la activista Kim Matousek comentó el interés generado por la breve estadía de la estrella del tenis.
“Bueno, me parece interesante que estén protestando por Djokovic, cuando él lleva detenido menos de un día”, señaló. “Mientras que nuestros amigos están detenidos ya desde hace 3.099 días”.
Por encima de Matousek, varios hombres internados en el centro enseñaban carteles por la ventana, en los que se leía: “Nueve años es demasiado largo” y “¿No somos nosotros seres humanos como ustedes?”.
Según la activista, la comida que se sirve en el centro de es de baja calidad. “La col huele como el alcohol porque está podrida, no se la comerían”.
El centro, anteriormente el Park Hotel, ganó notoriedad en diciembre al verse afectado por un incendio. Una persona tuvo que ser hospitalizada por inhalación de humo pero no hubo víctimas mortales.
Una semana después, los solicitantes de asilo publicaron imágenes en las redes sociales de la comida que les servían, que tenía gusanos y pan mohoso.
Deviani Segal, un profesor de piano de 54 años, también se manifestó para recordar la situación de los migrantes allí retenidos.
“Me gustaría lanzar el mensaje de que nadie debería estar encerrado en este infierno”, denunció.
“Tememos que mucho después de que Djokovic haya vuelto al lucrativo circuito del tenis mundial, estos hombres sigan detenidos, muchos de ellos en su noveno año”, declaró el pasado fin de semana el portavoz de la organización Refugee Action Collective, David Glanz.
El jueves, Mehdi Ali, uno de los retenidos, le dijo a la AFP que Djokovic es su tenista favorito y que le apenaba que el jugador estuviera encerrado allí.
“Los medios hablarán más sobre nosotros, quizá todo el mundo lo haga, y eso es triste, tan solo porque Djokovic esté aquí unos cuantos días”, explicó.
“Apoyo”
A raíz de las restrictivas políticas de inmigración australianas, a los migrantes que intentan llegar al país por barco se los envía a centros de detención en la isla de Manus, en Papúa Nueva Guinea, y a Nauru, una minúscula isla del Pacífico.
El año pasado, Australia y Papúa Nueva Guinea anunciaron que su acuerdo para que Canberra envíe migrantes dejaría de regir el 31 de diciembre de 2021.
No obstante, Nauru se comprometió a seguir aceptando a los solicitantes de asilo que lleguen a Australia.
En cambio, Australia sí que ha otorgado asilo a los afganos huidos del régimen talibán. Algunos de ellos están alojados en un centro temporal, en la misma calle que el Park Hotel.
El gobierno australiano ha sido “de bastante apoyo”, explicó a la AFP Qamaria Sharani, una migrante afgana, la semana pasada. “Estamos bastante contentos”.
En cuanto a las personas retenidas en el antiguo hotel, se mostró empática: “Son tiempos muy difíciles. No deberían seguir ahí así que, si fuera posible, deberían salir”.