Por qué la inflación se ha vuelto un problema global y cómo enfrentarla

Por qué

Si te parece que cada vez que haces la compra en el supermercado o llenas el depósito de tu auto con gasolina todo está más caro, estás en lo correcto.

Lo que quizás no sabes es que el incremento de la inflación no solo está ocurriendo en tu país, dado que el aumento en el costo de la vida se ha vuelto un fenómeno global tras los efectos económicos provocados por la pandemia de Covid-19, con la mayor economía del mundo pasando serias dificultades.

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“Estados Unidos es el país desarrollado con la inflación más intensa”, le dice a BBC Mundo Keneth Rogoff, profesor de Políticas Públicas y Economía de la Universidad de Harvard.

Una inflación que batió el récord en noviembre de ser la más alta de los últimos 39 años, provocando un apasionado debate entre los que plantean que se trata de un problema transitorio y aquellos que creen que no desaparecerá tan rápidamente.

Otra de las grandes economías del mundo, Alemania, también está sufriendo los embates de los precios altos, con el índice disparado a su nivel más alto en casi las últimas tres décadas.

Lo que está ocurriendo en el mundo, explica el economista, nos hace recordar fenómenos ocurridos en las décadas de los 70 y los 80, cuando las presiones inflacionarias golpearon duramente a países que, por distintas razones, tuvieron que enfrentar desafíos de grandes proporciones.

En los mercados emergentes y las economías en vías de desarrollo, acostumbrados a enfrentar crisis económicas de gran magnitud, “una baja inflación ha sido un fenómeno más reciente”, argumenta Rogoff.

En 1992, agrega, hubo más de 40 economías con una inflación superior al 40%.

Este año uno de los países que se ha robado los titulares ha sido Turquía, donde el costo de la vida subió 36%, alcanzando su máximo nivel en casi 20 años.

¿Qué está ocurriendo en América Latina?

Desde un punto de vista histórico, las cosas están actualmente mucho más calmadas.

Aunque eso no quiere decir que los economistas no están trabajando a toda máquina para descifrar el puzzle de cómo frenar la inflación en un escenario diferente a los anteriores y, al mismo tiempo, empujar una recuperación económica más sostenida, considerando que en los últimos meses las ayudas fiscales para enfrentar los efectos de la pandemia han bajado y la mayor parte de los países están con pocos fondos y mucha deuda.
Bien lo sabe América Latina, que actualmente es considerada la región con la inflación más alta del planeta.

Aunque aún no están disponibles los últimos datos para conocer a ciencia cierta qué tanto subió la inflación en Latinoamérica en 2021, las proyecciones apuntan a un nivel cercano al 12%.

Y para este año, aunque los expertos vislumbran un escenario más positivo, las expectativas no dejan de estar impregnadas por esa sensación de incertidumbre que ha mantenido en vilo a gobiernos, bancos centrales, inversores y analistas, cuando tratan de predecir cómo manejar el rumbo económico luego del terremoto pandémico.

Las dos economías más grandes de la región, Brasil y México, han llegado a máximos en 20 y 18 años respectivamente, mientras que países como Argentina, Colombia, Perú y Chile, también están sintiendo los efectos de la ola inflacionaria que recorre el planeta.

¿Cuáles son las causas?

A diferencia de otras olas inflacionarias, la actual tiene un factor común para todos los países: los atascos en las cadenas de suministro que transportan los productos por los mares del planeta, con una “crisis de los contenedores” que ha provocado gigantescas disrupciones globales con barcos esperando semanas en los puertos para descargar sus productos y un histórico aumento en las tarifas del transporte marítimo.

En pocas palabras, si es más caro hacer llegar los productos a las tiendas, estos también suben de precio.


A este problema logístico se suman otras dificultades como la escasez de mano de obra en países desarrollados, la falta de semiconductores para fabricar autos, computadores o celulares.

Los precios también han subido, señalan los economistas, por la gigantesca cantidad de dinero que inyectaron a las economías los bancos centrales y los históricos paquetes de estímulo fiscal entregados por los gobiernos para mitigar los estragos causados por la pandemia.

Y como en 2021 comenzó la recuperación económica después de un recesivo 2020, el acelerado aumento del consumo, luego que muchas familias gastaran menos durante los confinamientos y en los momentos más críticos de la pandemia, también ha contribuido a elevar los precios.

Al cóctel se suman dos factores esenciales: el aumento en el precio de la energía y de los alimentos.

Luego, con ese telón de fondo, cada país tiene sus propios problemas, sus propias devaluaciones de la moneda local, sus propios conflictos internos.

¿Qué están haciendo los países para frenar la inflación?

Precisamente porque es un fenómeno global, las típicas soluciones que podían manejarse dentro de las fronteras de cada país, dependen en gran medida de lo que pase en el resto del mundo y, por cierto, de cómo avance el proceso de vacunación y de la potencial aparición de nuevas variantes de Covid-19.

De todos modos, muchos países están utilizando la herramienta clave para manejar cualquier inflación: un aumento en las tasas de interés.


Al subir las tasas de interés el costo de pedir dinero prestado aumenta, afectando a las empresas y los consumidores que requieren los créditos para hacer inversiones o para comprarse una casa.

El problema es que cuando las economías recién están tratando de levantar la cabeza después de que la sombra de la recesión amenazara su estabilidad, el crecimiento económico es bajo (dejando de lado las espectaculares cifras de crecimiento que hemos visto en 2021 que reflejan una estadística engañosa porque se trata de un efecto rebote, dado que la base de comparación con el año anterior es muy baja).

Y las tasas de interés altas no ayudan a apuntalar la recuperación.

De todas maneras, como la subida de tasas es la manera más directa de controlar las presiones inflacionarias, muchos países están recurriendo a esta medida.

Es lo que vemos en América Latina, por ejemplo, donde los bancos centrales han estado subiendo las tasas de interés a toda velocidad para detener los precios.


Los expertos esperan que esta tendencia continúe durante este año.

Más allá de las decisiones “técnicas” para combatir la inflación, están también las decisiones políticas que inciden en el rumbo económico.

Este año vienen elecciones presidenciales en Brasil y Colombia, un factor de presión política que también puede alterar las estrategias económicas.

Estados Unidos, por su parte, ha estado en medio de una vorágine sobre las tasas de interés, con la Reserva Federal (Federal Reserve System en inglés, también conocida informalmente como Fed, el organismo equivalente al banco central de los demás países) en el centro de las discusiones.

En EE.UU. las tasas de interés se mantienen en un nivel cercano al 0%, una decisión que le ha hecho ganarse varios enemigos, aunque la Fed ha adelantado que habrá aumentos a lo largo de este año.


La discusión gira en torno a qué tan rápido debe hacerlo y de qué magnitud serán los aumentos.

No hay que olvidar que cualquier decisión que tome la Fed no solo afecta a Estados Unidos, sino que genera reacciones inmediatas en los mercados financieros y, como un efecto en cadena, genera consecuencias en el resto de las economías alrededor del mundo.

Este tema es tan sensible que a veces basta con que exista un cambio en las expectativas de los grandes inversores sobre lo que podría hacer la Fed, para provocar una reacción inmediata en los mercados.

Eso ocurre porque cualquier movimiento de la Fed hace que grandes flujos de capitales se desplacen de un lugar a otro en el mundo en busca de busca de mejores rentabilidades.

Y para los países cuya deuda pública está denominada en dólares, también incide directamente en el nivel de intereses que deberán pagar para cumplir con sus obligaciones financieras.

En la política interna, ha crecido la disputa sobre si el alto nivel inflacionario de EE.UU. refleja un fracaso de la estrategia económica o si se trata de las disrupciones globales provocadas por la pandemia.

Debates que también se están dando en otros países en la medida que suben las presiones para que las tasas de interés aumenten escalonadamente y cuando muchos de los estímulos públicos extraordinarios entregados a los más afectados por la crisis están llegando a su fin.

Bajo crecimiento económico, alta inflación y menos beneficios fiscales, no parece ser una buena mezcla para ningún gobierno.

Aunque desde una perspectiva más optimista, la mayor parte de las predicciones para este año y el próximo sostienen que a medida que pasen los meses y las cosas vuelvan a una normalidad más parecida a los tiempos prepandémicos, las tensiones que han desgarrado al mundo en los últimos dos años tenderán a disminuir.