Los mitos y las verdades de la postura sexual de «la amazona»

No hay que probar «lo que le funciona a mi amiga», recuerda la terapeuta

A veces las posturas surgen de forma espontánea y funcionan, se esté uno acostando con su pareja de años o con alguien por primera vez. Otras, con la pareja habitual hay que vencer la rutina y cambiar de postura. Y en otras ocasiones hay que acordarlas y, a menudo, resulta necesario hablar sobre ellas previamente: si nos gusta más arriba o abajo, quién sabe si de lado o si solemos obviar la cama y hacer el amor sobre la mesa, la lavadora, pegados a la pared o en las escaleras.

Lo que resulta curioso es que una de las posturas más mitificadas, tanto por hombres como por mujeres, la amazona, en la que ella se coloca sobre él, sea también la que mayor dolor puede provocar a ambos. La leyenda sugiere que a muchos hombres esta postura les encanta, y que a muchas mujeres también. En el caso de estas, la sexología defiende que es una manera de hacer el amor que consigue una elevada estimulación del clítoris, por lo pronto.

Pero también es una postura que puede provocar dolor, como explicaba la sexóloga Loola Pérez en las redes sociales de su centro de sexología, Eunoia: «Si todo el mundo dice que si la mujer se coloca arriba es mejor, ¿por qué me molesta? Esta inquietud es más común de lo que parece y a veces lleva a las mujeres a sentir un profundo malestar y a sentirse raras», escribía.

Con esta reflexión iniciaba un hilo pedagógico que resulta interesante ampliar, y atender a términos como la «dispareunia» y el «vaginismo», que aluden a dolor durante y previamente a la penetración. Dolor que también puede sucederles a ellos en esta postura en la que el hombre, por resumir, recibe al partenaire. Según estudios recientes en urología, alrededor de la mitad de los hombres que sufre una fractura de pene durante el coito estaba practicando la postura de la amazona o, como dicen los anglos, ‘cowgirl’. Lo que no se puede hacer es «aguantar» sin hacer nada al respecto.

Y tampoco «forzar». «Ni un poquito», advierte Rotella, quien propone otras herramientas: «Probemos acercamientos pene-vagina diferentes, analicemos el deseo y si es el momento apropiado para la penetración, porque forzar puede acabar bloqueando o directamente que la persona rechace las relaciones». Insisten los expertos en que se nos olvidan las infinitas maneras posibles de relacionarse sexualmente, «formas de darnos placer que no incluyen penetrar y que son tan satisfactorias e incluso más».

Más ideas: en ese rato de arrumacos, toqueteos, besos, besitos, besazos…, esperar, deleitarse en ello y proceder, si apetece, a la penetración, cuando se esté bastante lubricado. O lubricada. No hay que probar «lo que le funciona a mi amiga», recuerda la terapeuta Diana Fernández Saro, «lo de hacer posturas porque está de moda» tampoco es solución ninguna porque «cada persona tiene una relación diferente con su cuerpo, con el espacio, con el cuerpo del otro…». «Las interacciones posibles son infinitas. No hay una posición mágica. Se trata de escucharse y escuchar los deseos pero también los límites, de aventurarse a probar y poder parar o cambiar si no me satisface». amplía.

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