Henrietta Boggs en 1940.
El costarricense José Figueres Ferrer y su esposa, la estadounidense Henrietta Boggs, solían dar largos paseos por México en busca de nuevos negocios, nuevas formas de trabajar la tierra y, sobre todo, traficantes de armas.
Eran los inicios de los 40 y Figueres aún no era la figura política que llegaría a ser, quien pasaría a la historia como el gobernante que abolió el ejército en Costa Rica.
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Por aquel entonces era un empresario en el exilio. Lo había expulsado el gobierno del presidente Rafael Ángel Calderón Guardia luego de un incendiario discurso radial en el tachó al gobierno de corrupto y negligente y le exigió la renuncia en bloque.
Y Boggs (Alabama, 1918-2020) era su esposa veinteañera, futura madre de sus hijos, quien había llegado a Costa Rica asqueada de la segregación racial y el conservadurismo del sur de Estados Unidos.
Durante su estancia mexicana, ir a los canales de Xochimilco y hacer picnics era uno de los aparentes pasatiempos del matrimonio. Aparentes, porque el propósito era doble: en algún punto, alguien se acercaría a ofrecerles “flores”, que en realidad eran armas.
“Éramos el alma de la respetabilidad: el cuidadoso hombre de negocios (y) su esposa embarazada que aparentemente no estaba involucrada en nada fuera de los asuntos del hogar”, contó ella en su libro autobiográfico “Casada con una leyenda”, publicado en 2017.
Como tapadera, se valían de una supuesta exportadora de cerámica. “Quién iba a sospechar que (Pepe) pasaba tantas horas al día como podía configurando una red de contactos a través de los cuales rastreaba a los traficantes de armas”, agregó en el libro.
Aquellas armas las enviaría más tarde en cajas de cerámica y las utilizaría en 1948, ya de regreso en Costa Rica, en la guerra civil.
El conflicto duró 44 días y los analistas coinciden en que fue el evento clave que le devolvió al país su democracia y la convirtió en una más estable y duradera.
Sin embargo, Henrietta, quien atestiguó la gestación de esa segunda república, fue hasta hace muy poco considerada una primera dama más en la línea del tiempo del pequeño país centroamericano.
La fama en Costa Rica le llegó en sus últimos años de vida. En 2016, la documentalista y ganadora de un Emmy Andrea Kalin produjo un largometraje sobre su vida, First lady of the Revolution (“Primera dama de la revolución”).
Y en septiembre de este año, la compañía Teatro Espressivo lanzó un musical que lleva su nombre y que arrasó en la venta de entradas en el Teatro Nacional.
Este interés no deja de causar suspicacias entre quienes creen que se trata de una estrategia para devolver a la palestra a Liberación Nacional, el partido político que fundó Figueres luego de la revolución.
¿Pero quién fue esta mujer que murió y renació de repente en medio de una pandemia mundial?
“La macha” de la Lucha Sin Fin
Boggs nació en la pandemia de 1918 y murió por covid-19 en 2020. En esos 102 años vivió una vida rebelde y casi teatral, dice su hija Muni Figueres.
“Era una gran seductora. Ella decía que había que seducir a la vida”, recuerda.
En su adolescencia en Birmingham, Alabama, se escapaba de las largas jornadas religiosas de los domingos, se compraba un refresco y se sentaba a fumar hasta que terminara la misa. Luego le recitaba a sus padres alguna parte del sermón, “porque siempre decían lo mismo”.
Sentía que había mucha vida fuera del “encierro presbiteriano” en el que vivía.
Había visto durante años sellos y estampas en las cartas de sus tíos de Costa Rica. Cuando tuvo edad suficiente, se subió en un barco y se fue allá, prometiéndose nunca volver Birmingham — un lugar en el que se referían a las personas negras despectivamente como those niggers, explicaba en su libro—.
Para cuando se conocieron, Don Pepe, de 34 años,había amasado una buena fortuna. Hijo de un médico catalán, había estudiado en Estados Unidos, tenía una finca en medio de las montañas de la meseta central de Costa Rica y hacía negocios con los tíos de Henrietta.
Durante semanas, la llevó a recorrer barrios y montañas en su motocicleta Harley Davidson, hasta que un buen día le propuso matrimonio sin ademán romántico alguno.
“Deberíamos casarnos”, le dijo casualmente antes de subir al Irazú, el volcán activo más alto de Costa Rica. “Casarse conmigo será peor que este volcán, pero nunca te vas a aburrir”, le prometió y remató con un “pero una mujer joven está mejor con marido que sin él”.
Así lo contó Henrietta en su libro autobiográfico, en el que admitió además que en aquel momento no estaba enamorada y que nunca fingió estarlo. Le atraía su intelecto “y quizás, subconscientemente, cuánto poder” tenía, escribió.
“Yo lo admiraba y sentía que la vida con él sería fascinante, repleta de oportunidades”. Unos meses más tarde se casaron sin aspavientos en la alcaldía municipal, y se fueron luna de miel a la finca de don Pepe, La Lucha Sin Fin.
Cabalgando bajo la lluvia torrencial de octubre por un camino lodoso y peligroso, Henrietta se arrepentiría una y otra vez de haberse casado. De pronto, Alabama ya no parecía tan mala idea.
En La Lucha, cuyo principal cultivo era la cabuya, vivió bajo la mirada curiosa, aunque amable, de los trabajadores de la casa y de la finca, quienes la llamaban “La macha” (como se les dice en Costa Rica a las personas rubias).
Figueres no era político ni reconocido, pero Henrietta cuenta que un día, en 1942, regresó de un viaje de negocios indignado.
Costa Rica se había alineado contra los nazis en la Segunda Guerra Mundial y un barco bananero había sido atacado por un submarino alemán en la costa Caribe del país, dejando varios muertos. El evento se sumó al descontento contra Calderón Guardia y San José, la ciudad capital, se alzó en protestas que terminaron en vandalismo.
Después de ese episodio, él empezó a hablar cada vez más de política y Henrietta se convirtió en su principal interlocutora intelectual, afirma Muni Figueres.
En su libro, Henrietta contó que empezaron a pensar cómo podrían difundir su preocupación, y que fue ella quien le recomendó ir a la radio a dar un discurso: “Cada tienda y cada bar tiene un radio en este país. Vas a llegarle a más gente”.
Aunque Figueres no pertenecía a ningún partido, ese discurso lo catapultó como líder político, considera el investigador histórico Rodolfo González, y también lo llevó al exilio.
Durante su intervención, la policía irrumpió y se lo llevaron a prisión. Henrietta recogió el episodio en su libro y explicó que fue a ella a la única a la que permitieron visitarlo en la cárcel.
“Si me mandan al exilio, ¿vendrías conmigo?”, contó que le preguntó él. Vivieron dos años desterrados y, cuando Costa Rica cambió de presidente, regresaron, él ya como figura política.
Desmitificar al héroe
En sus escritos y entrevistas, Henrietta narró los sucesos del 48 y describió a Figueres como nadie antes: desde un punto de vista íntimo de quienconvivió con el famoso político. Con “unos lentes femeninos para ver la historia”, describe Andrea Kalin, directora del documental.
En su libro, Henrietta recordó a Pepe como un hombre obsesionado con el poder, un padre autoritario y un esposo descuidado. Aunque al principio del matrimonio hubo “química intelectual”, dijo, “era un machista y sentía que las mujeres no deberían participar tan íntimamente en asuntos de gobierno”.
Sin embargo, también lo describió como un estatista visionario y un político convincente, excepcional.
Figueres planificó la revolución durante años. Pero entre los detonantes estuvo el fraude electoral en las elecciones de febrero de 1948.