Aprende a tener y mantener el deseo sexual

El principal mecanismo para desencadenar el deseo sexual es el estímulo, externo o interno.

Un pensamiento, una caricia, un soplido, una fantasía… hay tantos estímulos como queramos, y dependerá siempre de la persona, el momento, el contexto, etcétera”, comenta a CuídatePlus Ana Blázquez Ares, de Proyecto Metamorfosis: Sexología y Terapia de Pareja.

“Estos estímulos hacen que nuestro cerebro se active y los interprete como sexuales. A partir de ahí, se desencadenan una serie de respuestas en nuestro cuerpo, que si las seguimos alimentando con excitación y/o estímulos, harán que aumente nuestro deseo sexual”, afirma la sexóloga.

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Según Blázquez, el deseo sexual lo podemos inhibir o activar, dependiendo de muchos factores:
Nuestras creencias y experiencias previas.

Podemos haber vinculado el deseo a una emoción desagradable o incluso dolorosa por una situación vivida.

O también, podemos querer inhibir el deseo porque nos han transmitido que tenerlo es malo, pecaminoso o negativo.

La situación o el contexto. Si consideramos que es adecuado o no en ese momento concreto. O si lo percibimos como seguro o no.

El “objeto” de deseo. Si sabes cuál es; si es real o, sin embargo, es inalcanzable; si es sano y consentido para nosotros o nosotras y/o para la persona con la que queremos ponerlo en práctica.

Lo importante, para la experta en Sexología, es saber que somos nosotros los que podemos gestionar nuestro deseo: cuidándolo, alimentándolo o, simplemente, eliminándolo.

¿El deseo es imprescindible para una vida sexual satisfactoria?

El deseo es de por sí una de las fases necesarias para la respuesta sexual humana. El deseo nos lleva a la excitación y viceversa, es decir, puedes comenzar a excitarte y de ahí llegar al deseo.

“Toda esta serie de estímulos, que el cerebro reconoce como sexuales, desencadenarán unas respuestas en nuestro cuerpo.

Si son positivas y así lo queremos, las seguiremos alimentando, llevándonos a una resolución satisfactoria de esta acción, vamos, teniendo un acto sexual individual o acompañado satisfactorio”, explica Blázquez.

“Es importante aprender a cumplir nuestros deseos y no solo los de los demás. Siempre que estos sean realistas, consentidos y respetuosos con la persona que queremos ponerlos en práctica o con nosotros mismos.

Que haya un equilibrio es fundamental. Si esto no se da, lo que me estoy es saltando, no respetando y no satisfaciendo mi deseo.

Esta situación repetida en el tiempo puede llevar a que mi relación sexual se vuelva displacentera y comience incluso a evitarla”, destaca la sexóloga.

¿Hay que ‘trabajarlo’?

Algo que pensamos de manera errónea es que el deseo sexual “aparece”, nos sale de manera natural y espontánea, se tiene o no se tiene, pero es importante romper con ese mito.

El deseo sexual no es algo primario, es decir, hay que buscarlo, fomentarlo y cuidarlo.

El deseo sexual, como la sexualidad, tiene tres miradas inseparables que son la bio-psico-social. Veamos cómo estos tres ámbitos pueden afectar nuestro deseo sexual, tal y como detalla Blázquez:

La parte biológica. La testosterona es la hormona básica para el deseo sexual, la gasolina del deseo.

Algunos tratamientos o procesos, como pueden ser los oncológicos, hacen que nuestros niveles de testosterona estén descompensados, produciendo así una alteración en nuestro deseo.

Es importante tenerlo en cuenta y consultarlo, si lo valoramos necesario, con nuestro profesional de la salud.

La parte psicológica o emocional. Nuestro deseo, lo que deseamos y cómo lo deseamos, está muy vinculado a nuestra historia personal y de aprendizaje.

Las experiencias vividas las hemos podido vincular a algo positivo, o por el contrario, a algo totalmente displacentero o incluso doloroso.

Si nos damos cuenta de que tal vez esto es lo que nos está sucediendo, es importante que acudamos a una profesional de la Sexología para poder trabajar esas experiencias, mitos, o falsas creencias.

Volver a conectar tu deseo con estímulos positivos, que te permitan disfrutar de él, sin sentimientos negativos o de culpa, es importante para comenzar así a disfrutar de una sexualidad plena.

La parte social. No podemos desvincular el peso que tiene nuestro deseo sexual a lo que nos haya marcado la sociedad o nuestro sistema familiar.

Por ejemplo, si me he criado en una sociedad en la que me dice que el que tiene derecho al deseo sexual es el hombre y la mujer que tiene deseo es “mala”, tenderé a bloquear mi deseo.

Si me “venden” que a una edad determinada mi deseo sexual va a desaparecer, como en la menopausia, probablemente me conforme y me resigne a esa idea impuesta.

Una educación sexual es importante para poder romper con estos mitos y falsas creencias y ser dueños y dueñas de nuestro placer.

Por lo tanto, concluye Blázquez, “teniendo en cuenta estos tres factores inseparables, podemos confirmar que el deseo sexual se aprende a tener y mantener, por lo que es importante que sepamos que cada uno de nosotros somos responsables de nuestro deseo sexual”.