Cumbre TCL: Biden eludió la confrontación; ley CFE, se queda

Cumbre TLC:

Los grupos mexicanos opositores al presidente López Obrador sumaron presiones a congresistas estadunidenses para arrinconar al presidente Joseph Biden en el encuentro de la Novena Cumbre del Tratado comercial y que confrontara con severidad al mexicano. Pero a pesar de ser un tema central en las inversiones tecelianas en electricidad, la Casa Blanca soslayó el tema y dejó que las controversias se diriman en tribunales.

Un poco porque no quería opacar la reunión trilateral pospandemia y otro poco porque tampoco quiere una política bilateral atrabancada, el caso fue que Biden desdramatizó el encuentro y permitió la consolidación bilateral del presidente López Obrador. En este escenario fue clave la mano experta del canciller Marcelo Ebrard Casaubón.

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Abrumado por el colapso fronterizo y aplastado por los estilos groseros de Donald Trump, Biden metió con fórceps al escenario teceliano a la vicepresidenta Kamala Harris –“presidente Kabala”, para López Obrador en la visita de junio pasado– para tomarse una foto, luego del fracaso de la funcionaria en la gestión del tema de la crisis migratoria.

El encuentro estuvo amenazado con salirse de cauce por las quejas contra la ley energética que reconstruye la preponderancia del Estado en la electricidad y va a desconocer contratos privados y a las presiones de empresarios estadunidenses en México, del procónsul Ken Salazar y de congresistas sobre todo texanos que exigían que Biden le reclamara a López Obrador la cancelación de la ley; inclusive, el presidente mexicano sacó a la luz el tema, pero Biden no le entró a la discusión.

En este escenario, el deslindamiento de Biden del debate eléctrico fue asumido, en primera instancia, como no-prioritario de la Casa Blanca en relaciones personales entre presidentes. La agenda eléctrica se pasó al litigio en tribunales especializados dentro del Tratado, un camino largo y tortuoso.

En Estados Unidos registraron el estilo bronco del presidente mexicano. La amenaza de López Obrador de exhibir a los congresistas que no avalen la reforma migratoria de Biden tenía un sentido no migratorio: fue un aviso de que el gobierno mexicano no se amilanaba con las presiones tradicionales del sistema parlamentario estadunidense sobre la Casa Blanca ni le preocupaban las cartas de congresistas Biden sobre el teme de la ley CFE.

Este juego de estrategias afectó la fuerza institucional del embajador Salazar, quien, como texano, con todo y sombrero, había asumido la defensa de los intereses de los inversionistas estadunidenses en electricidad que estaban siendo desplazados por el desconocimiento de contratos y el cierre de los espacios a inversionistas extranjeros en el sector. En este sentido, López Obrador elogió al embajador Salazar ante Biden para desactivar reacciones de enojo del diplomático descobijado por la Casa Blanca.

En el mismo contexto, el comportamiento profesional de Biden –derivado de su propia debilidad política por su desaprobación peor que la de Donald Trump– ante el presidente mexicano dejó algunos indicios que tendrán que debieran ser decodificados por la comunidad de los servicios de inteligencia y seguridad nacional civiles y militares que operan como factores de debilitamiento de países en conflicto con la Casa Blanca.

En los hechos de la crisis estadunidense que afectan la base política de Biden, México es más necesario para EU que al revés. La agenda migratoria estadunidense ya estalló por la ineficacia de la vicepresidenta Harris y la Casa Blanca necesita del auxilio mexicano para contener las caravanas migrantes. Por eso EU aceptó –aunque sin compromisos reales– la propuesta mexicana de sembrando oportunidades en Centroamérica, si es que ello pudiera convencer a México de endurecer su política migratoria ante el fluyo creciente, desordenado y ya contaminado por polleros y cárteles del crimen organizado detrás de caravanas.

Los grupos anti López Obrador esperaban que el presidente Biden regañara a López Obrador y “lo pusiera en su lugar” con reclamos y amenazas, pero la estrategia de seguridad nacional de la Casa Blanca le está apostando al camino de la distensión para diferenciarse de los estilos atrabancados de Trump.

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